viernes, 6 de agosto de 2010

sobre beso de lluvia



Un tema siempre difícil ha sido el hablar de un sistema curricular propio y pertinente a nuestro medio; se ha criticado que el DCN que emanaba el gobierno a través del Ministerio de Educación obedecía a otra realidad y que a ello se debían los índices desfavorables de las evaluaciones internacionales en las que nuestro país aparecía en los últimos lugares. Sin embargo las disposiciones del mismo gobierno en relación a políticas y enfoques educativos permiten desarrollar democráticamente potencialidades regionales, en nuestro caso con el gran impulso de una organización como CARE – Perú, que ha hecho suya esta preocupación y que a través de diversas actividades y talleres, que se han desarrollado durante años de trabajo, ha logrado estructurar junto a la Región de Educación de Puno el Proyecto Curricular Regional (PCR), el mismo que encuentra su asidero en la búsqueda del diálogo (ya en sus dimensiones filosóficas orientadas hacia las concepciones interculturales y en las nuevas tendencias de la pedagogía contemporánea, así como en modelos culturales diversificables), del conocimiento universalizable y los valores antrópicos que están presentes en toda cultura (que son además las únicas que nos hacen indiferenciables a los uno de los otros, es decir nos hacen humanos ante todo).

Por lo anterior es que a fines de Agosto del 2007 fui convocado por CARE – Perú (Puno), para desarrollar la sistematización de lo ha venido a ser parte de mi preocupación (los estudios regionales, específicamente las literaturas regionales), de ese modo aprovechando la huelga universitaria de dicho semestre tuve la oportunidad de organizar los documentos que empleaba para mi dictado del curso de Literatura Regional en la Universidad Nacional del Altiplano, abandonar un poco las luchas sindicales por un fin acaso tan alto como el de ser parte de la construcción de un modelo que nos permita, a los púnenos, ser más de lo que hemos sido. Es cierto, el trabajo en parte ya estaba hecho; sin embargo había que otorgarle organicidad, verificar las fuentes, seleccionar los contenidos. Lo que habría sido imposible en un período tan mesurado sin el trabajo paralelo (por un lado las continuas reuniones con los especialistas de comunicación de toda la región de Puno, ya en las diferentes provincias – al respecto cabe mi agradecimiento al Prof. Igor Luis Huamantuma Taipe, especialista de la UGEL Carabaya, por haber organizado un festival de Literatura Puneña que coincidió con mi trabajo, del mismo modo a los especialistas de toda la región que de modo particular organizaban cursos con los profesores de la especialidad de Literatura y con los que tuve la suerte de compartir diálogos continuos. Es decir que la apertura que la Región de Educación de Puno tuvo para con mi trabajo fue decisivo, hicieron un alto para mirar el desarrollo y la construcción de imaginarios a través de la literatura y junto a CARE – Perú me facilitaron los medios para llegar a gran parte de las provincias y validar los contenidos. Por otra parte CARE-Perú me proporcionó la ayuda de un asistente, que sin cuya ayuda no habría podido organizar la parte de Literatura Aimara (desarrollada en un taller denominado “Encuantro de Sabios Andinos”) puesto que se trata de una lengua en la que tengo limitaciones, no como la lengua quechua que heredé directamente).

Puno es una tierra en donde las voces y los colores danzan en cada imagen que dibuja su literatura, se trata de una tierra de verdaderos alarifes de la palabra que siembran alicantos de tradición literaria.

Frente a lo que se dijo ¿cómo atreverse a seleccionar textos literarios, para incluirlos en algo que pretende ser lo más selecto de la literatura puneña? Es el primer problema que tiene un investigador cuando piensa en la literatura de Puno, el riesgo es grande, pero alguien tiene que asumirlo. Durante el año 2005, tiempo en que fui contratado por la Universidad Nacional del Altiplano, para dictar cursos de literatura universal, durante el período de reestructuración curricular presenté un proyecto para la creación del curso de Literatura Regional, en ese entonces hicieron oídos sordos y por cuestiones políticas enviaron el proyecto a una ciénaga en donde el olvido cosechaba ácaros, un año más tarde recibí la noticia que el distinguido escritor Feliciano Padilla puso nuevamente en tapete el proyecto de crear dicho curso, esta vez con mayores éxitos, juntos festejamos el logro que no sólo era nuestro sino que se trataba de una apuesta para el estudio, la investigación de nuestra cultura escrita, el mérito era suyo. La Universidad de Puno no consideraba un curso de esa dimensión en su plan de estudios, y lo peor de todo era que muchos profesores de la especialidad pensaban que no era necesario y que si se creaba serviría sólo para quien dicte ese curso, ya que no tendría qué contenidos enseñar. Todas las universidades del país que poseen la especialidad de Literatura desarrollan cursos sobre literatura regional, es más, todos los Institutos Superiores lo hacen, la Universidad estaba llamada a liderar esa investigación y no lo hizo. Hoy en día estos estudios están en boga, porque a través suyo no sólo se estudia la literatura, sino los imaginarios locales, las costumbres, las racionalidades con las que diversas comunidades desarrollan su visión sobre el mundo y sobre sus diversas actividades. Se estudia la función social que cumple el mito, el relato, la tradición; las formas cómo se construyen las concepciones estéticas a través de la poesía, las capacidades que se desarrollan al asumir roles distintos en una sociedad mediante el teatro, se enseña a ser más humanos a través de estos contenidos que nos ayudan a identificarnos como únicos en un medio que globaliza no siempre lo bueno, sino aquello que nos hace dependientes y dominados. De este modo la buena literatura debe servir para enseñarnos a ser mejores y sobre todo más humanos.

El criterio empleado para este libro ha sido el crítico–selectivo (como dije bajo mi responsabilidad) y es que los destinatarios de este libro serán los maestros y los jóvenes de nuestra región y no se les puede ofrecer algo que es todo menos literatura, por eso en este trabajo se considera el respeto por la palabra y por la humanidad. En el primer capítulo se tocan los puntos referentes a literatura oral tradicional (para ello se ha efectuado una investigación con informantes de la mayoría de las provincias que constituyen la región de Puno, del mismo modo se han recurrido a las versiones, que sobre las mismas existen). El segundo capítulo se refiere a la literatura escrita (el relato, la tradición y el cuento) se han recurrido a fuentes bibliográficas y hemerográficas existentes, como se podrá notar, en el presente trabajo, se han seleccionado nombres de escritores cuya obra eran desconocidos, por primera vez se presenta a Narciso Aréstegui como narrador puneño, a Telésforo Catacora, y otros tantos (se trata de una gran tradición literaria). En relación a la novela se ha preferido trabajar con fragmentos, eso posibilita desarrollar una visión sobre el estilo y el manejo de la estructura, es verdad que en forma segmentada no se puede determinar mayores rasgos, sin embargo es la única forma de mostrar este género. En la poesía el estro poético de Alberto Mostajo, Emilio Armaza, Carlos Oquendo, Omar Aramayo, José Luis Ayala, Percy Zaga, José Velarde, Alfredo Herrera, Lolo Palza, Simón Rodríguez, Edy Sayritupac, Gabriel Apaza, Filonilo Catalina, Rubén Soto y los jóvenes Mendoza, Saúl Castellanos y Luis Incacutipa (los tres últimos todavía estudiantes universitarios) constituyen toda una genealogía oquendiana; por otra parte Alejandro Peralta constituye también su propia genealogía:

Emilio Vasquez, Luis de Rodrigo, Efraín Miranda. Más tarde Omar Aramayo fusionará las
dos tendencias (en “los dioses”), otras ramas de la poesía puneña la constituyen los insulares Dante Nava, José Paniagua Nuñez, Jorge Florez–Áybar y Jovín Valdez Peñaranda.En teatro, se descubre una veta que no ha sido estudiada con anterioridad, este es un aporte al conocimiento de este género. Servirá en el futuro, no sólo para el conocimiento de los escolares sino de especialistas en la materia.

Este trabajo es un complemento y un homenaje a los desarrollados por Moisés Yuychud (Ensayos literarios – 1913), Gilberto Salas Perea (el álbum de mis cholas – 1935), Alfredo Macedo Arguedas (antología de las letras puneñas – 1949), José Portugal Catacora (el cuento puneño – 1955), Juan Luis Cáceres Monroy (tres representantes de la poesía indigenista – 1974) , Manuel Suarez Miraval (Poesía Indigenista – 1959), Samuel Frisancho Pineda (antología de la poesía puneña – 1978), Teobaldo Loayza Obando (literatura puneña – 1996), Omar Aramayo (antología de la poesía puneña – 1999), Feliciano Padilla Chalco (antología comentada de la literatura puneña – 2005), Walter Bedregal Paz (2008).

Ante esto sólo se intenta crear un espacio en el que sea posible desarrollar un diálogo de la comprensión del otro, por ello la temática es diversa, es más que un muestrario, es la emergencia de todo un proceso que tiene mucho que ver con la formación de imaginarios múltiples, su eje es el de la afirmación cultural, su norte, la conciencia crítica que el puneño debe desarrollar en su cultura. Saber quienes somos leyendo lo que somos es la única vía para reconocernos como iguales y diferentes. Este libro no intenta ser totalitario, por razones didácticas obvia muchos nombres que quizá debieron mencionarse; sin embargo, se apuesta por la imagen y la orfebrería de la palabra, por el decantamiento, por el verdadero trabajo literario que es función de alarifes que conocen la arquitectura semántica. “Por ello se prescinde de consejas populares, panfletos versificados, rimas forzadas y se apuesta por la literatura”.

Agradezco otra vez el desprendimiento y la apertura de CARE – Perú, del Ministerio de Educación a través de la Dirección Regional de Educación de Puno, pido disculpas a todos aquellos que me prestaron su auxilio y que por torpeza mía no puedo mencionarlos.

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