viernes, 7 de octubre de 2011

“¿para qué sirven las galletas, si no pueden cortar las venas?”




fotografía: El Chino Dominguez



José Luis Velásquez G.

Lo llamé de sorpresa y sin previo aviso atropellando nuestra amistad a puro golpe (porque no encuentro otra palabra para expresarlo mejor) y por si fuera poco a las doce de la noche, en un viaje improvisado cuando me seleccionaron para una beca que nunca gané. Me recibió sin ningún reparo, fue entonces cuando como un viejo sabio me ayudó a recuperar el alma que la había extraviado durante el viaje y no sabía en qué pueblo del trayecto, porque tuve que cambiar constantemente de bus para poder llegar a tiempo a la entrevista. Su generosidad siempre se ha extendido intensamente como el universo de su prodigiosa imaginación.

Es difícil creer que exista un creador con disciplina, con ansias endiabladas de vivir y sobre todo de gozar la vida y de compartir el gozo con todas las personas sin ningún miramiento, es el caso del Dr. Aramayo. Cuando vivía en Puno, era común ver encendida la luz de su biblioteca hasta muy entrada la noche, hasta la madrugada. Nosotros, un grupo de chiquillos amantes febriles, escritores noveles solíamos conversar de literatura en algunos lugares de la ciudad, previa botella de cualquier licor que en esas noches frías era buen combustible, alguien, quizá Hugo solía fijarse en la ventana del Dr. Aramayo y solía susurrar “esta noche Dios está pujando”, como si Dios tuviera sexo y estuviera en estado de gestación.

Cuando él regresó de Lima, Puno empezó a tener una mayor dinámica cultural, de pronto sus intervenciones lograron mayores exigencias en los escritores y generó también odios provincianos como respuesta a sus sutiles y lapidarias observaciones. Recuerdo que en una ocasión lo invitaron para presentar una novela, de la que dijo “se trataba de una novela virginal”, nosotros le preguntamos qué había querido decir con “virginal”, la respuesta fue enfática “es que todavía no ha penetrado en la novela, ni en su estructura” esas sutilezas, sarcasmos e ironías propias de su inteligencia le generaron muchos odios, los mismos que le obligaron a abandonar su querida tierra y este lago lleno de magia, porque le tapiaron todas las puertas, esa es la triste historia de los intelectuales en todo el país y la de Puno en particular.

Los intelectuales en Puno nada le deben a sus gobiernos locales, ni al gobierno regional, ya que siempre han sido espacios en los que la más completa anomia ha gobernado siempre; pero por otra parte qué región y hasta qué país no quisiera tener entre sus compatriotas a Carlitos Oquendo, Alejandro Peralta, Gamaliel Churata, Luis de Rodrigo, Dante Nava, Emilio Romero, Carlos Calderón Fajardo y a Omar Aramayo, la lista es larga y no menos meritoria, no existe antología de literatura en la que un puneño deje de estar presente, por eso “Puno es la otra república literaria como lo es ahora Arequipa, Lima o lo fue Trujillo”, aunque lastimosamente en este país la gente deja de leer cada vez más y nos vamos cosificando, y aunque la resistencia sea férrea y las élites culturales estén desapareciendo, producto de la mala percepción que se tiene sobre la inversión para el desarrollo humano y cultural, un grupo de puneños estarán siempre allí.





Volvamos, ahora, a lo más importante, la obra de Omar Aramayo que es muy vasta y de una calidad exquisita, se trata de un poeta dotado de una imaginación inagotable, de un lenguaje literario que le permite transitar con facilidad por varios universos con mucha facilidad, desde la poesía, el cuento, la novela y el ensayo.

Tuve el privilegio de leer sus textos y la suerte que él en persona me los leyera mucho antes que algunos de ellos se publiquen; durante varias tardes el maestro buscaba fervorosamente la melodía exacta, el lenguaje y la palabra precisa, la metáfora certera que calzaría en sus creaciones, había que sintonizar respiración, latido, energía, sutileza y limpieza, todo el cosmos se detenía en ese acto de creación literaria. Observar al maestro era un ritual mágico, él se convertía en sacerdote de la imagen, así aprendí a considerar que la escritura era un ritual sagrado y había que tenerle todo el respeto, ya que incluso el mismo tiempo se rendía ante ese ritual. Con Omar aprendí que la literatura también es un arma y que debe usársela con mucho cuidado y solo para liberar a la creatividad, la comprensión y sobre todo, para liberar a la misma libertad. Desde entonces le tengo una devoción a la palabra.

Su nombre figura en las selecciones más selectas y en las obras críticas más exigentes de literatura, desde Prohibido Pisar el Césped, Canción Infinita, Axial (Libro con el que inicia el movimiento de “Poesía Mágica en el Perú), Glu Ekerekeda (novela catártica y surrealista en extremo, con un lenguaje onírico cuyos extractos fueran publicados en la Revista de Crítica Latinoamericana), Los Dioses (poemario que antecede en muchos años a la poetización de los mitos andinos y peruanos, inaugurando esa tendencia de poetizar la mitología andina, rescatándola del marasmo y de la dominación cultural de nuestro país), hasta el reciente Gallo de Cristal, libro que reúne varias novelitas cortas y relatos de denuncia social y de historia ficcionada sobre la realidad del atraso del terruño, además de ser un libro cuidado en el lenguaje y la estructura, no se entienda este libro como lo real sino como la realidad ficcionada.

Fueron muchas las horas que pasamos dialogando y problematizando sobre la naturaleza de la poesía, releyendo clásicos, estructurando selecciones y clasificando textos, en todo ese tiempo Puno siempre ha estado presente, el maestro tiene un amor terrible por Puno, y ese amor lo lleva a todas partes, no hay lugar en el que su Virgen de la Candelaria no esté. Recuerdo mucho que las veces que lo visitaba en su despacho de la Decanatura en Ciencias del Comunicación en una universidad limeña, estaba la imagen de la Virgen en su despacho, y en efecto había siempre un distintivo puneño, una cerámica que aludía a nuestro altiplano y sus alumnos sabían sin que él lo dijera que era puneño, uno de esos que corren el riesgo de extinguirse, porque ahora, precisamente ahora, Puno necesita de sus puneños, ya no quedan aquellos que amen la tierra, solo pululan quienes desean aprovecharse de todo en cuanto cae en sus garras de rapiña.

La caminata inicia a tempranas horas de la mañana y termina casi a la media noche, pronto la gente saldrá en embestida, cosificada bajo el rótulo de la “Opinón Pública” que no es sino un liviano rumor que se propaga, que gobierna todo, no hay democracia en un país con tantas indiferencias, con tanta mediocridad que gobierna e implementa sus mecanismos de dominación “jamás señor ministro de salud, la mediocridad estuvo tan unida y enquistada en el poder”…

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