viernes, 28 de agosto de 2009

LOS TESOROS DE SALCEDO


Se trata de una obra teatral publicada en 1864 y puesta en escena en la misma época, le pertenece a J. Ignacio Gamio, su allazgo se la debemos al Sr. Paulino Mamani Machaca (Bibliotecario de la Biblioteca "Gamaliel Churata" de la Ciudad de Puno. al mismo tiempo este texto lo publiqué íntegramente junto a otros de Alfredo Macedo Arguedas, Inocencio Mamani y Otros en el tomo II de Beso de Lluvia (Literatura Puneña), libro editado por CARE-PERÚ y cuya distribución es gratuita para centros escolares de centros poblados de extrema pobreza de la Región Puno.


LOS TESOROS DE SALCEDO



J. IGNACIO GAMIO -
TEATRO



PERSONAS
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CARMEN (esposa del minero Salcedo).
EL VIRREY Conde de Lemus.

EL SECRETARIO del Virrey
LUIS (negro al servicio de Salcedo).
SALCEDO.
UN EDECAN del Virrey
UN OFICIAL
UN MINERO
Mineros – Soldados – Pueblo.

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La acción pasa en un pequeño caserío entonces, hoy la ciudad de Puno. Año de 1668.

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(Esta pieza, dedicada a la “Compañía Salvadora Puno”, se estrenó en Puno, el día 18 de Junio de 1888, previa la censura de autoridad competente).

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ACTO ÚNICO

Sala – despacho del Vi-rey. Puerta al foro y dos a la izquierda del actor. A la derecha en segundo término otra puerta, y en primero, una ventana cubierta con una cortina que se correrá a su tiempo. Hacia el lado izquierdo y al frente de la puerta (1er término) una mesa con recado de escribir. Junto a esta, un sillón regio con almohada al pié. Son las cuatro de la mañana y la estancia se encuentra alumbrada con luces artificiales.

ESCENA I

LEMUS sentado junto a la mesa en actitud de gran meditación; después el SECRETARIO. Al levantarse el telón suenan las cuatro.

LEM. Las cuatro de la mañana y Castillo no parece. Todo mi ser se estremece al juzgar mi labor vana! Y ¿qué hacer? Si el Secretario no reduce al negro, a fé que nada conseguiré del avaro millonario.

Tiene amor a su tesoro como yo a mi virreynato: (reinado) pues entonces ……, ¡báh! Le mato, y ni el cristiano, ni el moro! Que haya un Salcedo en la tierra no se qué importe a la ley; al fin yo soy Vi-rey que en algo duro se aferra. Y eso duro es la fortuna para siempre conquistada: una fortuna envidiada! Tan grande como ninguna! Ea! “pelillos del mar! Han sido conspiradores, y puedo bien los temores lejos de mi alma lanzar!
(Entra el Secretario por el fondo)
¿Nada?

SEC. …….. Nada. Pero creo que un poco más de paciencia, hará que vuestra excelencia corone al fin su deseo.

LEM. (desazonado) y ha corrido más de un día con esperanzas burladas!

SEC. Tras de horas acongojadas vendrán otras de alegría. Sabéis, señor, que el dinero es el dios que el hombre adora, y ese dios por quien se llora se halla en poder del minero.

LEM. ¿Sigue bien asegurado?

SEC. Y en verdadera tortura; de los pies a la cintura es mártir atribulado; a parte de que sus hombros sostienen una cadena que muy bien vale la pena….

LEM. ¿Su cárcel en los escombros?

SEC. Sí, excelencia, y su comida, un poco de pan mojado, y un trago de vino aguado su cotidiana bebida.

LEM. ¡Qué tal! ¿Y ni así confiesa en dónde están los millones…?

SEC. Pero … al fin, los corazones se ablandan por la cabeza. (señala el cuello) cuando contemplo el cordel que ha de ajustar su garganta, verá vuecencia si canta sus secretos en tropel. Es la vida muy amable para perderla por oro; y a la larga, el gran tesoro será menos codiciable para esa gente. A mi ver, a noche algo concertó, en la cita que pidió Salcedo, con su mujer. Ese algo puede haber sido la entrega de la fortuna……

LEM. Si quedamos a la Luna, no habremos culpa tenido. Todo medio se ha tocado en la escala del rigor; y en la del tino, mejor, toda ruta no ha empleado!
SEC. Yo fui ahora al calabozo y hablé con él, i me dijo, que no existe el escondrijo de aquel tesoro precioso. Me dio palabra de honor; me juró por San Miguel; pero al hablar pintaba él el más profundo temor. Lo azucé, lo combatí, y puse un empeño tal, que ese su miedo serval subió a punto que le vi desmayarse; i en respuesta me dijo: “ya he apelado al Rey, y seré salvado…”.

LEM. ¡Pues la cabeza le cuesta! (levantándose) ¡ ¡ ¡ Al Rey!!! Qué más Rey que yo? O he venido a ser juguete…!! Ya verá ese mozalbete a quién, imbécil, retó … ¿Y el negro?

SEC. …… Como el patrón: ni una palabra me ha dicho.

LEM. Pues admiro ese capricho en su baja condición. Que calle José Salcedo se explica ….; pero un salvaje …. (con tira). Hierve mi alma de coraje…; yen resumen ……, nada puedo…..!

SEC. El negro es tan bueno y fiel, que aceptaría la tumba antes que el oro sucumba que el encomendero a él. Lo hice colgar de una mano, por ver si con el tormento cambiaba de pensamiento…

LEM. ¿Y?

SEC. …. Todo, todo fue en vano.

LEM. Bien. Tanteemos otro medio. (meditando).

SEC. Lo traeré a vuestra presencia; y si no vence vuecencia, no queda ya otro remedio.

LEM. (Haciendo señal de aprobación) y los mineros ¿qué dicen?

SEC. Los hallé mustios a todos. Ruegan unos de mil modos, y otros votan y maldicen. Los presos son veintisiete; esa pocilga da horror! Más ni el Justicia Mayor, ni ninguno se somete.

LEM. ¿Y el hermano de Salcedo?.

SEC. Don Gaspar? Diz que ha fugado y ya envié a un comisionado…..

LEM. Aún satisfecho no quedó. ¿Reforzasteis la muralla?

SEC. Bastante bien.

LEM. ….. Pues a obrar!
Quisiera conferenciar con toda esa vil canalla. (siempre meditabundo). Empero si no es posible hablar a todos, al negro veré el punto….

SEC. …… Pues, me alegro: es camino más factible.

LEM. Luego, y antes que amanezca preciso es desengañarse del resultado, y no andarse aquí y allá armando gresca. Si me entrega su metal quedará libre al instante; aunque…, puede ese tunante hacerme después un mal.

SEC. ¿Entonces?

LEM. …… ¡Que haya rigor!
¡Que se transforme en cenizas!

SEC. Muerto, con doscientas misas su alma quedará mejor….!

LEM. Vos, Padre, habéis de aplaudir esta mi resolución?

SEC. Si, señor: tenéis razón….
¿Y quién no os lo ha de decir?

LEM. (Llamando) Coronel….

ESCENA II

DICHOS y el EDECAN (por la izquierda 2° término?

EDEC…........ Mande Vuecencia.

LEM. Por esa puerta de allí (derecha 2° término) entrad, y traedme aquí a Luis.
EDEC. Con vuestra licencia. (sale 2° término derecha)

LEM. He prometido llevar a mi palacio de Lima las riquezas de esta cima, y no podría faltar. Por otra parte, esta gente ¿para qué quiere millones? Mejor están los doblones en mi morada esplendente. Y cuando Carlos Segundo un buen obsequio reciba, cómo gritará “que viva”; y cual me aplaudirá mundo!
(Aparece Luis con el Edecán; éste lo deja i sale por el fondo).

LEM. (Al Sec. Ap.) a solas quiero quedarme con él: luego os buscaré.

SEC. Atento me encontraré, por si quisiereis llamarme. (sale Izq. 2° término).


ESCENA III

LEMUS y LUIS. (Desde esta escena, en los lugares que sea conveniente y que se dejan a la interpretación del actor, Lemus denotará, en presencia de otros, menos de su secretario, toda la unción y la humildad de un varón justo i casi santo.

LEM. Me han dicho que es tu deseo hablarme i pedirme gracia, y como soy buen cristiano, quiero escuchar tus palabras. Dios desde su trono augusto sufrido oírte me manda, para que juzgue prudente y sujeto a su ley santa. Sé que eres un fiel esclavo, mas a comprender no alcanza mi mente ¿por qué te obstinas en callar lo que te salva?

LUIS Si tuviera aquí, en el pecho, del crimen la hiel amarga, a Dios perdón pediría, y, pregonando mi falta, de rodillas a los hombres les impetraría gracia.
Pero yo que, honrado siempre, nunca ofendí al cielo en nada, espero humilde y tranquilo la sentencia que me aguarda. Si libre salgo, iré al punto a dar consuelos a mi ama, que allá, en horrible agonía llora su inmensa desgracia. Si otro fin triste e injusto la suerte cruel me depara, inclinaré la cabeza y ….

LEM. Pobre Luis, tus palabras nacidas de tu entusiasmo, son necias; piensa en lo que hablas. La lealtad es hermosa, más la existencia es muy grata…!
Si te exigiera que entregue una vida, algo que valga la pena de ser leal tu acción sería preclara.
Oh! Sería un sacrificio que hasta el cielo te elevara, y que con letras de fuego tu nombre escrito dejara. No te pido eso, te pido, que con sólo una palabra te salves, salves a tu amo, y también salves a tu alma. A ésta, porque poriría si a Salcedo mi voz mata; a éste, porque irá al patíbulo si el secreto no declara; y a ti, porque igual destino tendrías hoy mismo si no hablas. Con que…., ya ves …, que tres víctimas puede hacer tu pertinencia. (Con intención).

LUIS Esa palabra, señor, dibujaría una mancha sobre mi frente, más negra que el color de mi cara. Oh nó! ¡nunca jamás! Jamás podré pronunciar! Yo que la vi siendo niño; yo que he crecido en su casa; yo que compartí mis juegos con los juegos de su infancia; yo que soy el confidente en el que sus penas guarda, y que tengo dentro del pecho el conjunto de sus lágrimas; yo que no soy un esclavo sino el hermano de su alma; ¿cómo queréis, señor Conde, que pronuncie esa palabra? (pausa). Cuando escondió su tesoro lo ví yo, y me dijo: calla; y he callado mucho tiempo, y callé cuando las armas de vuestros crueles verdugos los huesos me trituraban. Y callaré mientras viva, y callaré si me matan, y callaré en el sepulcro, porque el amo dijo calla. Ya ve Vuecencia, ya vé, que si es oscura mi cara, nobleza escondo en el pecho y virtud escondo en mi alma; y si en la tierra de blancos a la firmeza se falta; la lealtad es un ídolo, allá en los países de África; y yo he nacido en Guinea y ese ídolo mi pecho ama!!

LEM. Comprendo que eres honrado y que poseen una alma generosa… y más aún en las horas de borrasca. Pero… con más experiencia que tú, pobre, -escucha, -te habla mi voz cual la de un amigo que otro en muy alto estimara.
Ya lo ves, soy un Vi-rey, son un coloso sin vallas, y al descender hasta ti, te muestro mi vida santa. ¿Lo comprendes ya?

LUIS ………. Señor …….. me abrumáis con vuestras gracias!

LEM. ¿Y no llegaste a saber lo que es la justicia magna que Dios ordena cumplir a los que en su nombre mandan? ¿No sabes que son los reyes de ese Dios la gran balanza en que El pesa las acciones por darlas premio o penarlas? ¿Y no sabes que mi mano de ese Dios tiene la espada, y que cuando cae, cae, sin reprocho i sin alarma?

LUIS Señor ……..

LEM. …… Y dime ¿no sabes que las más horribles faltas se castigan con la muerte? Y no sabes las batallas, los cuotidianos disturbios de Salcedo en su comarca?

LUIS Señor……

LEM. ……….. ¿Hubo esos disturbios?

LUIS Sí, excelencia…

LEM. …………… Ah! Pues declara que esos conflictos diarios no eran cosa así … que valga intereses de mineros; eran pequeñas jornadas, con estúpida disculpa, en contra de su monarca. Era el principio de ese algo con que sueñan los piratas, que por dar rienda a su crimen libertad, libertad ansían.
Los piratas alevosos a quienes batí entusiasta, con mis bajeles temibles del Pacífico en las aguas. Y Salcedo imitar quiso esas funestas hazañas, soñando, soñando siempre con la sublime esperanza de hacerse un Estado suyo para erigirse de monarca.

LUIS Oh Dios! ¿Cierto? ¿Contra el Rey?

LEM. ¡Contra el Rey de las Españas!
De les majestad, pues, fue el delito, y mis entrañas temblaron al contemplarlo, y al pensar en tanta infamia. Ya el buen Obispo Almoguera hubo enviado su palabra predicándoles unión sin que consiguiera nada. Don Diego de Santisteban, mi antecesor, hizo magnas proezas en este asunto sin vencer en la jornada; hasta que he venido yo desde Lima; piensa, abarca con tu conciencia mis penas en esta luenga campaña; pues si no venía yo, era Laicacota una algazara, en el día y en la noche, en la tarde y la mañana.

LUIS Señor, puede que ese aviso no encierre verdad…

LEM. ……. Oh! Calla!
No hay error en lo que acepta mi justificación alta. Esto que narro es verdad, es la historia fiel i clara: es lo que está en la conciencia de tu amo; i si tu ignorancia no conoce los sucesos, tu honradez que calles haga. Que Salcedo es delincuente, probado está: que su falta debe penarse en la horca, la ley lo dice. Ahora alcanzas en tu pequeño cerebro, a comprender que es sobrada, mi bondad, cuando tan sólo le impongo una multa? Alaba mi proceder….

LUIS ………….. Una malta, que nunca será pagada….! (con tristeza).

LEM. Nunca …! Y por qué?

LUIS ……….. Porque el grupo de los mineros en masa no podría reunir, excelencia, diez mil barras. ¡Veinte millones de pesos, ni en el tiempo de las hadas!

LEM. Pues yo sé que pagar puede quien tiene cerros de plata. Ahora bien, es el dilema que yo he impuesto; o las barras, o la vida; no hay remedio.

LUIS ¿No hay remedio? ….

LEM. ……. Esta es la franca resolución que ha dictado mi voluntad soberana.
Y verás que muere tu amo, (con intención) y que su esposa angustiada perece al duro rigor de su orfandad; i que tu alma de una gran tortura presa, te grita desazonada desde el fondo de tu pecho: “ ¿Para qué sirve esa plata?” (énfasis).

LUIS ¡Horror!

LEM …… Y que el mundo entero a las mejillas te lanza su maldición, reprochando tu conducta ruin,, nefanda; pues que si tu amo se obstina en ser lo que es, debe larga ser tu atención, y así la vida salvar de esa gente avara. (pausa).

LUIS ¡Ah!

LEM. ……. Mira ¿acaso me llevo las minas? Puede explotarlas de nuevo, y hacer millones. ¿Quién no querrá que los haga?

LUIS Excelencia, me parece que me abrumáis….

LEM. ………… cosa es clara.

LUIS Me convencéis, pero ¡Oh Dios! Hay aquí un algo (el pecho).

LEM. (aparte)……!Se ablanda!
(alto) Ved, pobre Luis, si clemencia tengo yo en esta demanda. Qué me importaría a mi, mandar a ahorcar en bandadas? Y así me satisfaría; pero nó: quiero que mi alma por la virtud marche siempre sin salir ni una pulgada.
¿Veo crimen? Lo castigo.
¿Cómo? Quitando la causa de esa soberbia insolente, esto es, quitando la plata. ¿Crees tú, que un hombre probo como yo, que vida santa lleva, recibiendo a Cristo sin faltar una mañana: que desprecia las riquezas y la delicias mundanas; tomar prisionera millones para repletar sus arcas? Ya lo verás, son los pobres los industriales, las masas, quienes sacarán provecho de mi justicia probada. Habrá escuelas, hospitales, habrá tanto que …

LUIS …. Ya basta. (pausa).
¿Solos estamos? (con desazón) mi pecho se mueve a vuestra palabra (Pausa, intranquila). Permitidme una franqueza….!
Quisiera que … Oh! … Nada! … Nada!
(Movimiento de desesperación).

LEM. (Pausadamente) Habla, hijo mío, por qué no has de hacerme tus confianzas?

LUIS (Después de meditar) Oh! Nó …! Desleal jamás menos con quien tanto me ama!!

LEM. Ya te he probado que no hay deslealtad ni inconstancia!
Ahora …, si desprecias todo lo que indico…., si desairas …., ya te dije …., mueren todos, (énfasis) y lo peor, se pierde tu alma… ! !

LUIS Mi conciencia. Un sacerdote que escuche mis crueles ansias! (hunde en las manos el rostro, anonado. Lemus se dirige presuroso a la puerta izquierda 2° término y hace señas).

LEM. (al Sec. que llega). Entrad, aquí un pecador, en el cielo busca su áncora …
Quiere consultar sus cuitas con la experiencia probada de un sacerdote tan alto cual sois vos, mi padre…

SEC. …….. Gracias!

LEM. (aparte al Secretario, al pasar por su detrás). Mucho tino: es el momento de terminar la batalla, (sale por la izquierda 1er término).

ESCENA IV

EL SECRETARIO Y LUIS


SEC. Abre tus labios, pues, pobre hijo mío: si buscas el redil para salvarte, te franquearé las puertas de los cielos, yo que soy del gran Dios representante. Si por las breñas tristes de la vida como oveja sin dueños atravesaste, si en el fango caíste por tu culpa y manchado y sin miedo en él moraste; ya la Patria sublime te reclama, y los justos se alegran al mirarte. Abre tu pecho a Dios, no ocultes nada, que Él quiere por mis labios consolarte.

LUIS Señor, en mi ignorancia yo no aprecio si un pecador o nó, debe llamarme; sé sólo que he cumplido mis deberes y que nunca hice mal…..

SEC. Bien: adelante ….

LUIS Sin embargo de Dios pido clemencia para mis faltas, y Él que es bueno i grande, sabrá limpiar de mi alma los intentos reprobados, y todas mis maldades.

SEC. Si confesar deseas, hijo mío, de tu vida lo harás, porque hoy no puedo detenerme a escuchar largos detalles. El tiempo viene estrecho y su excelencia me dijo, que tan sólo consultarme querías sobre un punto que te aqueja y que sospecho sea punto grave.
Dime, pues, ya te escucho; estamos solos: ¿qué consulta era aquella…?

LUIS ……… Si …. Al hallarme en triste situación, cuando mi pecho como aguja fluctuaba en dos imanes no quise los consejos de los hombres; quise el de Dios para calmar mis males. (Pausa)
Soy el depositario de un secreto que mi amo me confió, él que es mi padre, y hoy se encuentra él al borde de la tumba, y yo su esclavo fiel puedo salvarle.

SEC. Salvarle … ¿y cómo?

LUIS …...Revelando al punto aquel secreto atroz.

SEC. ….. Vamos. Por partes procedamos en esto que es muy serio.

LEM. (al patio) cuidado con hacer un disparate!

SEC. Será vuestro secreto un gran secreto que envuelva arcano y que el honor ataque?

LUIS No, señor, que tan sólo se refiere a algo que se halla oculto… y que enterrarle plugo a mi dueño, con razón perfecta sin mengua de honras, ni dañar a nadie.

SEC. Pues entonces, pobre hijo, qué detiene tu lengua para el punto no salvarle?
Si Dios te manda amar con toda tu alma a tus buenos i malos semejantes, -¿Por qué no hacerlo así con el que siempre el hijo de su amor supo llamarte? ¿Y tiene esposa e hijos? ¿Es su abrigo necesario en el mundo?.
LUIS …… Si, mi padre.

SEC. Razón demás para tender la mano y salvar una vida indispensable. Y la vida de un hombre es tan preciosa, y mucho más si ese hombre es un buen padre, que ….

LUIS ¿Reveló, señor?

SEC. (Con alegría) Qué te detiene?
El cielo te bendiga cuanto tú hables!
Así, tranquilo quedará tu pecho, evitando a ese pobre horrible males. Y, sobre todo, quién sabrá que has dicho …?

LEM. (aparte al paño) Ya aflojará la mosca el negro infame!

LUIS Oh! Qué dulce contento se ha infiltrado en mi alma atormentada: mis afanes han recibido muerte al oír sólo. La voz de Dios por órgano de este ángel.

SEC. (Llegándose a la puerta de la izquierda, y llamando a Lemus).
Señor, volved, que la misión sublime que desempeño, concluí…

LEM. ……. Al instante.
(El secretario sale por la izquierda 2° término).


ESCENA V

(LEMUS y LUIS, y después el Edecán)

LEM. ¿Y al fin algo habéis resuelto?

LUIS (inclinándose) Proceder como deseáis. ¿Con quién, señor, me mandáis?.

LEM. (a parte) De gusto me hallo revuelto. (alto) ¿A dónde iréis?

LUIS …….. A la cueva en que se halla la fortuna, para mostrarla; y ya que una consideración me lleva a practicar tal acción, pido de vuestra hidalguía, peguéis la franqueza mía jurando una condición.

LEM. (alarmado) Una condición! … ¿Cuál es? ¿Y me exiges que yo juré? (énfasis?.

LUIS Dejad que yo me asegure …..

LEM. (señalándose) faltar podría?

LUIS …….. ¡Tal vez!
Ya que el propósito que hice se halla por necesidad vencido, tened piedad (suplicando) de aquestes negro infelices.
Quiero cerciorarme, a fé, de que si tranquilo quedo es porque a José Salcedo de la muerte arrebaté. Jurad, pues, de Dios en nombre que diréis al Ayudante, que mi amo salga al instante…

LEM. (ao.) Me pone en cuitas este hombre!
(alto) Lo juro! (ap.) Dios no me oigáis por si hubiere algo que hacer…!

LUIS Gracias; a satisfacer doy la multa que deseáis.

LEM. (Avanza hacia la puerta de la izquierda 2° término, y llama).
Padre Francisco, venid.
Allá, a muy poca distancia, este hombre dará constancia, de… aquellos tesoros… Id!
(ap. al Sec.) Ved las barras, dadme el dato, y aguardad en pos la cueva con soldados, mientras lleva un Edecán mi mandato (sale el Secretario y Luis por el fondo, con soldados que habrán aparecido en este).


ESCENA VI

LEMUS


¡Qué triunfo! Y luego dirán que los hijos de Loyola, a la nación española no hacemos tan grande y tan …
Mi tino y mi buen consejo; y algo, algo del Secretario…!
¡Soy un hombre extraordinario…!
¡Al fin, jesuita viejo!
Ya mis hábiles conjuros y mi táctica y talento, me dan el gran elemento de esos millones de duros, (-Pausa).
Ahora bien, qué haré después con esa raza maldita? (meditabundo).

Su libertad? … nueva cuita; quizás campaña otra vez.
Porque si no se les mata Salcedo se vengará, y ejércitos formará con el poder de su plata.
De su plata, sí, oh! Virtud! Pues si hoy me dan sus millones, en sus plateados rincones hará otros con prontitud. (Pequeña pausa).

En fin, ya consultaré al Padre Castillo el punto.
Oh! Qué bien marcha este asunto!
(Frotándose las manos y paseándose).
¡Con quién me compararé!
Tengo glorias, dicto leyes, y soy tenido por santo; y al hacerme hoy rico, y tanto, competiré con los reyes.
Y quien sabe si el buen hado que me señala el sendero, me torne en el heredero de Carlos el Hechizado.
No tiene hijos: su abandono por fatal enfermedad, ha hecho una calamidad del que fue temible trono.
Hoy por ello las potencias se yerguen en pos de un título; pues yo entraré en el capítulo y presentar e exigencias.
Y como el mísero mundo, siempre se doblega al oro, cuando se mueva un tesoro venceré a Carlos Segundo. Luego jugará mi táctica y el heredero seré…!
¡Con mi talento! ¡qué haré!
Es una cuestión de práctica!
Inter tanto, gran prudencia….! (Pausa)
Confesión y sacristía, procesiones a porfía, cantos, rezos y …

ESCENA VII

LEMUS y CARMEN (por el fondo vestida de negro y cubierto el rostro con un velo).

CARMEN ….. Excelencia!

LEM. ¡Una mujer! No concedo audiencia, y os atrevéis?

CARM. Sois bueno y me escucharéis: soy la esposa de Salcedo! (Descubriéndose).

LEM. ¿Quién os permitió el honor de entrar aquí?

CARM. ……. Mi constancia.
¿No veis que la vigilancia siempre se rinde al dolor? ¿No sabéis que algo de santo, más aún, de omnipotente, tiene la voz que un torrente se mezcla de acerbo llanto? Soy una esposa afligida a quien han robado el alma, (arrodillándose) y vengo a pediros calma, y vengo a pediros vida.

LEM. Apartad, pobre insensata: no es la estación para oíros; y debéis ya persuadiros (con dureza) de que el culpable se mata. Las penas que la justicia impone según la Ley…

CARM. (Levantándose precipitada e interrumpiéndole). Quizás sean de un Vi-rey a quien ahoga la codicia.

LEM. Insolente! Vive Dios! Que así habláis en mi delante…

CARM. Soy el eco resonante de otro más alto que voz!

LEM. Más alto que yo, decís? Más alto, y en este suelo?

CARM. Si; emisaria soy del cielo, y voz sois un infeliz…!
Y voz sois un infeliz …!
Segura de que no alcanzo piedad de vuestra dureza, vengo a hablaros con franqueza y hasta vuestro solio avanzo. Y somos don; nadie mira el duelo a que mi presencia, reta ahora a vuestra conciencia …

LEM. Pues esta mujer delira!
Llamaré a mis guardias (con cólera).

CARM. (Cogiéndole la mano y deteniéndolo) No: Oídme, oídme primero; luego, con mi compañero me matáis …, y se acabó. Salcedo no ha delinquido; es a Don Carlos leal; haber formado un caudal es ¡ay! Lo que lo ha perdido. Y quién lo sentencia, quién? Uno que tanto alardea de virtuoso, y que marea con su práctica del bien! Besa el suelo sin reparo, y que es perverso al amparo de un sacrílego rezar. Uno que es punzante espina cuando con alguien se soba; que durante el día roba, y en las noches asesina. Uno que marcha contrito en todas las procesiones, y entre insignias i guiones va ocultando su delito.

Uno que es de la Hermandad el primero, cual sois vos; pero execrado de Dios, u aún más de la sociedad. Ah! Dios que perdona al hombre por sus miserias culpable, rechaza, por detestable (énfasis) al que es pícaro en su nombre. Hipócrita! Vé sinó (desesperada) cómo mi pobre presencia estremece tu conciencia que al fin mi palabra hirió.
Pon tu mano aquí, aquí, sabiendo que Dios te mira, y que ante Él nunca hay mentira, y dímelo a mí, a mí.
¿Mi marido es delincuente?
¿Cuál es su crimen? …

LEM. (con ira) …… Mujer. Pensad que os vais a perder, por vuestro afán imprudente.

CARM. (con desprecio) perdonadme! Qué se me da!
Para vivir en la tierra con tantos lobos que encierra, mejor es la muerte ya. Mundo vil, mundo engañoso donde es la virtud fingida!

LEM. Idos …!

CARM. (llorando) Nó; dadme la vida de mi idolatrad esposo! (se oye a la distancia el que toque de quenas que terminará con el drama).

LEM. (afectando calma y santidad) pero, mujer, si no puedo: la justicia lo condena…

CARM. Vos podéis cambiar la pena.
Será un amigo Salcedo!
En él tendréis un baluarte seguro, y de gran respeto…
(Entra el Secretario apresuradamente)

SEC. (Ap. a Lemus) –Quiero hablaros en secreto.

LEM. (sp.) Pues vámonos a otra parte.
(a Cara) Idos no quiero atender los disparates que habláis.

CARM. Así, cruel, me tratáis porque soy una mujer.
(Salen Lemus y el Secretario por la izquierda 1er. Término)







ESCENA VIII

CARMEN después de una regular pausa.


No hay remedio, no hay, la sórdida avaricia que hierve en ese pecho miserable, ha cerrado su oído a la justicia…!
¡Ya su ruin decisión es implacable!
Es una fiera atroz que del averno britó para mi mal en hora odiosa: tiene en sus garras a mi esposo tierno; y en desgarrarme el corazón se goza. ¿A quién iré a implorar si él no me atiende si no hay justicia en el fangal mundano, si la vida de un padre ¡oh Dios! Depende del caprichoso intento de un tirano? Pobre de mí, qué haré, ya nada resta a mi dolor para estallar, y nada!
Quizá es su hora tristísima y funesta …, iré a empaparme en su última mirada!
(sale llorando por el fondo).


ESCENA IX

LEMUS y EL SECRETARIO (llenos de alegría)


LEM. En el pecho salta i salta como un loco el corazón; es increíble el aserto…

SEC. Os lo repito, señor; cinco mil barras se hallan en el vasto socavón…

LEM. Que a dos mil duros importan, diez millones como hay sol!

SEC. Fuera de cuatro baúles con alhajas de primor.

LEM. Pues bien, vamos a acordar lo que conviene hacer …

SEC. ……..Oh!
¿Vivirá Salcedo?

LEM. ………………..Nunca.
¿No veis, Padre, que el rencor lo haría elevar reclamos al regio trono español?
Vendrían juicios, y luego la fortuna… una ilusión.
Yo quiero que estas riquezas cuando no las quiera yo, pasen a la Compañía de Jesús, para su honor. (pausa).
No deja de tener algo nuestra conducta de atroz pero aquí nuestro principio: “A mayor gloria de Dios”. (énfasis).

SEC. ¿Y bien?

LEM. Salcedo a la horca como vil conspirador.

SEC. ¿Y sus íntimos amigos?

LEM. Con él, para así mejor obrar, y no dejar rastro que acuse en lo posterior. Después a todos diremos que su secreto llevó a la tumba, y así siempre, como ha de suceder hoy, buscarán muchos las barras del millonario español. Redactad los documentos necesarios …

SEC. … Ah señor!
Todo lo tengo arreglado. Aquí la disposición para que el reo se ahorque apenas despunte el sol. (Lemus firma).
Aquí el bando decisivo….

LEM. ¿Bando? (con extrañeza)

SEC. ………. Pues qué, si señor.
Un bando muy terminante; para que entre doce i dos de la tarde, todo el mundo vaya a elevar su oración al templo, y allí se encierre hasta cuando vaya yo.

LEM. ¿Y eso a qué responde, Padre?
Me parece insulso ….

SEC. ………. Voy
A explicaros. A esa hora las brigadas del cantón cargarán todas las barras sin que nadie vea ….

LEM. (Firma i le da un apretón de manos) Os doy por el feliz pensamiento cordial felicitación.

SEC. Voy a enviaros a la víctima por si quiere apelación, con el bien sabido que no la concedería vos. Es de Ley y ya de práctica esa diligencia… (sale por el fondo).

LEM. …….Oh!
Ninguno cual los Loyolas tiene tanta previsión (infatuado).


ESCENA X


LEMUS, después SALCEDO, Edecán, soldados, mineros, pueblo.

LEM. Demos tintes de quebranto a nuestro varonil rostro, y así verán que mi llanto retrata el dolor …; en tanto para hacer más fé, me postro (se arrodilla).
Luego dirán: la sentencia que precisado en justicia ha expedido su excelencia, mortifica su clemencia, y así oculto mi malicia. Y si alguien me señalara como cruel i como injusto, mil dirán que es muy preclara mi conducta, sabia i rara, y me alzarán como augusto.

(Se inclina arrodillado y así lo hallan los que llegan)

EDECAN (a Salcedo) Miradlo! Siempre está orando.
Es un ángel el Vi-rey. Quien os sentencia es la Ley; él la cumple a Dios rogando.
(Aparte) ese ángel es Lucifer vestido de querubín…
¡Cómo dará este mastín a los infiernos que arder!

LEM. Ay! Pobre, pobre Salcedo culpable os hizo el orgullo.
(Se siente fuera un ruido sordo)
(a los soldados) Haced cesar el murmullo (a Salcedo) Ya veis, cual Juez nada puedo.
El buen Rey nuestro Señor, que siempre sea servido, mil veces me ha prevenido, que no vaya un conspirador.
Y vos lo fuisteis…. ¿Tenéis algo, amigo que pedir?

SALCEDO Lo que ya os hice decir: que mi recurso elevéis.
Su majestad oirá las razones en que fundo mi apelación, y fecundo en bondad, me salvará.
Mientras tanto su Excelencia recibirá cada día una barra de valía inter vuelve la sentencia.
Y en ocho meses que dura el viaje de ida y regreso, vuestra arca tendrá un ingresote medio millón…

EDEC. (aparte) ¡Finura!

LEM. El nuevo insulto os perdono. (pausa).
¿Para qué sirve el dinero a quien al Dios verdadero lleva de su alma en el trono?

(Entra pausadamente el Sec. Y se coloca junto a Salcedo, de modo que éste euqe entre el Vi-rey y él).

Barras de ese vil metal que apetecen los mundanos, para los buenos cristianos en vez de un bien son un mal: en su decreto la Audiencia de Lima ha dicho que nó; y en cuanto a mí…, también yo creo justa la sentencia.

No os aflijáis, puede ser que hayamos la ruta errado; en ese caso, salvado el cielo os habrá de ver; que quien parece inocente y es víctima del error, encuentra junto al Señor una corona esplendente. (en ademán de conformidad).

SALC. ……… ¿Para qué…….?
Si estáis dispuesto a matarme, en vano será quejarme; lo mandáis, y cumpliré.

LEM. (al Edec.) llevadlo, pues, y llenad el deber…. que el Secretario os dirijo; (a Salcedo) id al Calvario, y como Cristo espirad.

EDECAN (ap.) ¡Qué fárrafo de bribones!
En efecto está enclavado, (señalando a Salcedo) cual Cristo, sin ser malvado, en medio de dos ladrones!
(Suena un clarín a lo lejos).

SALC. Ah! el pregón!

LEM. ……… Triste lamento que suena en el corazón…!

SALC. Os daré mi maldición aún en el postor momento!
(Salen por el foro Salcedo y escolta. Lemus por la izquierda 1er. Término, un tanto preocupado).


ESCENA XI

EL SECRETARIO después CARMEN y Mineros


SEC. Esto entristece … ¡y qué hacer! (pausa).
El Vi-rey es insensato, y este fúnebre aparato lo tendré que conmover.
Entonces le caigo al cuello, le predice sumisión, y el tesoro, de rondón va al convento … ¡Lo desuello!.
La compañía hará más con las barras que este necio ….
¡He aquí cual es el precio de mi laboreo audaz!
De esta ganancias tenemos muchas, y las empleamos en las batallas que damos a los que vencer queremos.
Porque ser muy bien pudiera que ellos con más limpias armas, introduzcan las alarmas, y nos venzan por doquiera. Y hay que prevenir el caso; y hay que moverse a toda hora!
Oh! Quien duros atesora no sufre nunca un fracaso! (con entusiasmo).
(A parte Carmen por el foro con algunos mineros).

CARM. ………….. ¡Compasión!

SEC. Pobre hija mía no llores.
Es mejor que a Dios implores para tu esposo el perdón!

CARM. Vos, Padre, pedid, pedid, y el Virrey os dará gusto …!

SEC. Cómo he de pedirle injusto …!
¡Cálmate!

CARM. (Empujándolo) Alcanzadlo …! Id …!
(Desesperada). Se me parte la cabeza; se abre en dos mi herido pecho; Oh! Crueles, qué habéis hecho, por robarle su riqueza!.

SEC. (A los mineros) Así las iras provoca de su Excelencia…

UN MINERO ……………..Señor, compadeced su dolor: la infeliz se ha vuelto loca?
Y si a ella no la amparáis, atender a un pueblo entero: por vuestro Dios Verdadero…..
Por la Virgen …..
(Se oye de nuevo el clarín prolongado)

SEC. ………. Escucháis?
(Carmen se lanza a la ventana y descorre la cortina. Lemus entra).


ESCENA XII

Dichos y LEMUS


CARM. ¡Infames! Todo perdido!
Vedla allí! Vedlo colgado! [1]
Oh! Compañero adorado…!
(Repara en Lemus y avanza hacia él empuñado una daga)
¿Y tu lo ves fementido?
Tu decretaste su muerte de la manera más cruel; pues si me has privado de él, justo es que sigas su suerte!
(Se lanza sobre él. El secretario y los mineros la apartan).
¿No queréis que muera? Oh Dios!
¿Lo libráis de que sucumba?
Ah! Que entonces una tumba no se abra…, que se abran dos!
(Se hunde el puñal en el corazón y cae)

LEM. ¡Se ha suicidado! Infeliz!

SEC. No obró ella! Fue la locura ….!
Pobre, pobre criatura; Dios perdone tu desliz!

LEM. (Con frialdad) ¿Espiró?

SEC. Examinando el cadáver). Si, si, Excelencia.

LEM. (A los mineros). Pues apartadla bien presto: de los difuntos el gesto no da agradable presencia!
(Los mineros salen con el cadáver por el fondo).


ESCENA XIII

LEMUS, el SECRETARIO, y el oficial que llega azorado.


OFIC. Todo el campo he recorrido diez leguas a la redonda, y no hay retrete que esconda a Don Gaspar…

SEC. …….. Pues ha huido!
Y es lástima! Ese tunante nos hará mala pasada….

LEM. ¿Tenéis?

SEC. ………Al menos……. Truncada queda la dicha triunfante!

OFIC. Hay algo más: al pasar por la finca del difunto llamada CAIRANI,[2] junto a una especie de pajar, divisamos una cosa que en el aire se mecía; fuimos, y era que pendía de un árbol, la más monstruosa finura que he visto yo.
Era aquel negrito honrado de Salcedo …

LEM. y SEC. (Con admiración) !Estaba ahorcado!

OFIC. Y en el suelo esto se halló ….

LEM. ¡Una carta!

SEC. (Cogiéndola) Si, una carta!

LEM. Veamos, abrid …
SEC. ……….. Es de él …..

LEM. (Al oficial). Eres un servidor fiel; luego te premiaré…. Aparta!

(El oficial sale).




ESCENA ÚLTIMA

LEMUS Y EL SECRETARIO


SEC. (Leyendo). “Señor Conde de Lemus: -Vuestro confesor i Secretario no es un Sacerdote.
Ha hecho que se sorprenda mi secreto.
Yo no podré vivir tranquilo con el horrible peso de mi crimen, y me doy muerte. Un hombre desleal es un monstruo. Responded ambos a Dios por este nuevo cadáver. –El negro Luis”.

LEM. Y el pobre también pasó a gozar del diablo…

SEC. ………………. Si.
Ni un instante lo creí …

LEM. Tampoco lo creí yo …!
Con que…, entre las doce i la una el león ibero en su garras, se llevará aquellas barras de la colosal fortuna…
Y la voz se esparcirá de que escondida se deja, para que cualquiera vieja la encuentre…. Já, já, já, já.
Ya imaginármelos puedo buscando…. Y cómo dirán: aquí están …, aquí no están LOS TESOROS DE SALCEDO!!.

(Cae el telón).
[1] Salcedo fue ahorcado en un sitio que se ha llamado después “HORCAPATA”, en un suburbio de la hoy ciudad de Puno.
[2] Hay en la finca Cairani un sitio que se llama hoy “NEGRO-CIPIÑA”, que significa “lugar en que se ahorcó el negro”.

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