Un niño corre con los cabellos y los ánimos enloquecidos como si se tratara de un arrebato provocado por la desesperación de ver una imagen negativa de su maestro. El maestro, lo mira…detenidamente, le regala un poco de confianza con sólo una caricia, el niño se hace amigo del maestro, el maestro se hace amigo de las esperanzas que le aguardan al niño. Ese es el legado de José Antonio Encinas.
La Unidad de Segunda Especialización de la Facultad de Ciencias de la Educación de la UNA-P, acaba de publicar una reedición de ese maravilloso libro del maestro Encinas: “Un Ensayo de Escuela Nueva” en Lago Sagrado Editores, se trata de una edición limpia, pulcra y bien cuidada. Sin duda un tributo noble de esta Facultad que con los años ha sumado al desarrollo de la educación regional; pero nada más perdurable e imperecedero que un libro que con los años, con las décadas ha calado en la consciencia del magisterio y de la sociedad; y es que acaso la figura de Encinas seguirá siendo la voz que se constituye en verdadero faro del pensamiento pedagógico y ético, no sólo de la región, sino América entera.
La Universidad debe comprender, hasta lo más íntimo de los huesos, que “es lo que publica”, y en este caso esta Facultad, esta sencilla Unidad de Segunda Especialidad demuestra que con pequeños recursos es posible devolverle al pueblo parte de su espíritu, de su vitalidad, y con ello contribuye enormemente al desarrollo cultural de la sociedad, ya que hace posible que cientos de futuros maestros y maestros en ejercicio se acerquen al pensamiento vivo que corre como sangre por cada línea de este magnífico testimonio de pedagogía, y con ello, acaso, nos permita “pensar Puno” para el futuro de nuestras generaciones y para las generaciones del futuro.
Recordemos ahora que, Encinas, luego de efectuar estudios en la Normal de Varones de Lima se hace cargo de la dirección del centro escolar 881, en donde ensaya un modelo de Escuela Nueva, como lo manifiesta Gamaliel Churata (Arturo Peralta), en el prólogo de la obra de Encinas, “se trataba de un centro al que recurrían los niños con la misma confianza como se asistía al hogar, en donde el alumno era libre y estaba en contacto con la realidad y aprendía de ella”. Y propuso mediante ella una reforma del régimen de enseñanza, de los métodos, contenidos y del rol que debía cumplir el maestro. En estas páginas puso énfasis en la libertad de pensamiento y de acción en la construcción de un espíritu de igualdad social y de solidaridad. Esta “Escuela Nueva” debía preparar a: “una generación, que sintiéndose unida al indio por tradiciones de raza e historia, conviviera con sus necesidades y con sus ambiciones. No debía ser una mera generación indiófila, destinada a defender al indio o a tenderle la mano por un espíritu de piedad. Nada de eso. La generación así educada fundiría sus pensamientos y sus intereses con los del indio”.
Criticó acérrimamente la naturaleza extranjerizante del sistema que en ese entonces imperaba y lo habría mencionado de la forma siguiente: “todo autóctono está olvidado. Es de mal gusto interpretar la música borigen. Las municipalidades prohíben o ponen todo tipo de obstáculos para que el indio continúe manteniendo sus danzas tradicionales…la policía castiga y multa a las indias que ingresan a la ciudad usando monteras…los flamantes doctores se graduan desertando sobre Dante o Shakespeare. Los que se llaman poetas cantan las glorias de Napoleón…aún no han nacido quienes debían cantar las excelencias de la raza o las bellezas del altiplano; o pintar la trágica expresión de la vida del indio, o resucitare la música colla, a cuyo compás danzaron”. Ante esta situación Encinas proponía una escuela nueva, una escuela que preparara “una generación, que sintiéndose unida al indio por tradiciones de raza e historia, conviviera con sus necesidades y con sus ambiciones. No debía ser una mera generación indiófila, destinada a defender al indio o a tenderle la mano por un espíritu de piedad. Nada de eso. La generación así educada fundiría sus sentimientos y sus intereses con los del indio”.
A la escuela no debía señalarse como meta la alfabetización, ni tampoco tenía por qué arrancar al indio del medio en el que vive, arrancarlo de sus diarias ocupaciones, no debía encerrarlo en cuatro paredes de una sala destartalada para luego someterlo frente a las 24 letras de un alfabeto que nada significaba para él (hacer esto era según el Dr. Luis Enrique López todo un absurdo y nosotros concordamos con él). Creía Encinas también importante el diálogo acerca de la historia social, económica y religiosa de las comunidades campesinas con el fin de generar en los campesinos la reflexión y cuestionamiento de su estado actual de marginación y de los elementos que disponen para cobrar su libertad integral perdida.
Finalmente, una vez más, es motivo para agradecer a Wenceslao Quispe Yapo (Director de esta Unidad de Segunda Especialización de esta institución) por entregar este libro maravilloso del Dr. José Antonio Encinas a los estudiantes y maestros de Puno, del mismo modo extender la felicitación al Dr. Saul Bermejo Paredes, Decano de la Facultad de Ciencias de la Educación, sabemos que en una institución como La UNA-P es muy difícil apostar por la calidad, y por el verdadero desarrollo del conocimiento; sin embargo esfuerzos como estos no pueden pasar desapercibidos, y por ello Puno les agradece.
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