domingo, 30 de agosto de 2009

PUNO (HISTORIA LOCAL)


José Luis Velásquez Garambel

ESPACIO SOCIOCULTURAL DEL ALTIPLANO

La geografía histórica del departamento de Puno inicia con una de las culturas más antiguas en la historia de la humanidad, así se erigió en este referente la Cultura Qaluyo (que es la primera cultura del altiplano), decaída ésta se dio lugar al desarrollo de una cultura naciente, me refiero a Tiawanaku, la misma que se extiende en el altiplano, esta expansión se consolida durante los años 800 D.C. período en que su influencia cultural se expande por todo el Perú, por el norte de Chile y el Nor-oeste argentino. Destacan además los templos del Akapana (pirámide escalonada), Pumapunku, Kalasasaya, entre otros de similar importancia. Luego de florecer, esta cultura, deviene un período de decadencia que da lugar al nacimiento de pequeños grupos que han sido bautizados como los reinos Qollas.

“Por los años 1300 de nuestra era, en la península de Sillustaniy en el cerro infiernillo, ubicado a continuación, había un importante pueblo Kolla. Estaba dividido, socialmente, en dos sectores por una muralla, aún hay restos de ella en el istmo o sector denominado Sillustani Cunca (cuello de sillustani)…Squier (1974:208) manifiesta que posiblemente en ese lugar vivía un mallku o señor rodeado por sacerdotes y/o funcionarios de alto rango, seguramente vinculados a la nobleza de los Zapana…los kollas surgen al desintegrase la imponente organización estatal del Tiwanaku. Controlaron un vasto territorio que comprendían el lado nor-occidental del lago Titikaka, con accesos hacia el lado occidental como Arequipa, Moquegua y Tacna en el Perú, Arica y Quizá Atacama en Chile. Según las crónicas, la capital del reino fue Hatunkolla, donde un gran desarrollo tecnológico, producto de las experiencias acumuladas en el tiempo, destacando el desarrollo de la arquitectura funeraria” (AYCA GALLEGOS, Oscar. “Sillustani”, pag. 28-29)

El origen del imperio de los incas está envuelta en una serie de relatos y de leyendas, y en muchas de ellas el lago Titicaca tiene una importante presencia; sin embargo algunos historiadores creen que cuando empezó la expansión del Tahuantinsuyo las tribus del altiplano ya habían formado pequeños reinos que mantenían enconadas luchas entre sí, demostrando un espíritu bravío que se mantuvo aún después de incorporados al imperio.

“En el llamado Collasuyo se encontraban los llamados reinos aymaras, que se encontraban en la región ubicada al sur del Cusco. Ellas eran un conjunto cultural y geográfico que se desarrolló alrededor del lago Titicaca y estaba asociado a la gran llanura del altiplano Perú-Boliviano (…) el altiplano favoreció a demás al desarrollo de una economía basada ene l pastoreo, su clima, por último, impulsó el desarrollo de una cultura del frío para conservar y aprovechar mejor los alimentos (chuño, charqui). Se desconocen quienes fuero los primeros habitantes de esta región. Sólo que a comienzos del Horizonte Tardío vivían allí tres grupos étnicos principales: Aymaras; Puquinas; Uros. (“Culturas Andinas”, Juan de Dios Cutipa Lima, UNA-PUNO-2002).

El pueblo Qolla, conocido hoy con el nombre de Aymara, vive en la cuenca del Titicaca entre el Perú y Bolivia y su territorio está limitado por barreras naturales; por el este, la cordillera de los andes y por el sur, el desierto del noroeste argentino. El nombre “Aymara” fue empleado por Polo De Odenargo en 1559 refiriéndose a la lengua del pueblo que habla esta lengua:

“El pueblo aymara ha sido acusado de no poseer una historia y, aún más, de no hacer historia. La historia y la cultura de este pueblo ha quedado ensombrecida por el prestigio del imperio incaico. Sin embargo, el pueblo aymara sigue en pie como grupo cultural que ha cimentado profundamente su medio natural y ha forjado su carácter combativo ene. Altiplano del collao” (“Cultura Aymara”, Domingo Llanque Chana. IDEA-TAREA; LIMA-1990).

Sobre los conflictos por el dominio de estas tierras Garcilaso manifiesta que fue Mayta Capac quien intentó conquistar los reinos Qollas, lo había intentado mediante pactos de paz. Al respecto Juan José Vega y Domingo Llanque coinciden en manifestar que Zapana y Cari viendo el empuje militar incaico enviaron mensajeros pidiendo paz y amistad. Así Cari, principal de los lupaqas realizó un pacto en Chuchito, viendo que dichas alianzas de paz no eran satisfactorias y viendo que los qollas se habían levantado en armas contra los incas, se habían fortificado en Pucará, Asillo, Arapa, y Pucarani, ante tales eventualidades Pachacutec envió ejércitos que lograron conquistar parte del Qollasuyo y parte del Omasuyo. Los reinos Qollas fueron anexados al sistema incaico por Tupac Yupanqui (1471-1493), siendo este quien les atribuyó el nombre de Qollasuyo.

PUNO DURANTE LA INVASIÓN ESPAÑOLA

Para Juan José Vega, la catástrofe de Atahualpa y luego las derrotas de sus generales Quisquis y Yucra Huallpa y Rumiñahui, significaron la conquista por España:

“El Collasuyo, en sus vastas dimensiones, había sido descubierto por Digo de Almagro en los meses finales de 1535, cuando dirigía, él mismo, la vanguardia de la expedición que marchaba a conquistar el reino de Chile…la imaginación de los españoles y las tretas de Manco Inca habían rodeado de tesoros inexistentes con el fin de alejar a los invasores lo más posible del Cusco con el fin de sublevarse, este estratagema le fue harto útil…por otro lado el Collasuyo- Gracias a sus punas y distancias- permanecía hasta ese momento en marginalidad respecto a los ataques hispánicos y por eso los del collasuyo no habían sentido directamente los infernales efectos destructivos de la conquista española, salvo tonel fugaz paso de Diego de Almagro. Eran por eso más renuentes a la lucha, ya que no sufrían la opresión hispánica.

En las meditaciones de Vitcos, su recuperada capital, Manco recordaría también lo enseñado por los amautas; que siempre había sido el collasuyo la más difícil comarca del antiguo imperio; era por las muchas naciones que allí coexistían. Les decían collas en general, pero eran Lupacas, pacajes, chuis, caranques, chichas y otras más. Hacia la vertiente oriental, los belicosos mojos y chiriguanas de la selva; rumbo al sur, umahuacas, jujuys y otras hasta Arauco”.


Los hombres que habitaban en estas tierras eran por naturaleza rudos, indominables y reacios a todo tipo de control, quizá por ello el nombre del altiplano se emplea como castigo. Como lo menciona el Dr. Tamayo en su libro sobre Puno (la visión que se tiene del altiplano es una visión que dista mucho de la realidad, así algunos escritores manifiestan que Puno es zona de castigo, el último reducto sobre la tierra cuyo frío es sólo comparable a las de la antártica). La otra actitud, que ha caracterizado al hombre de este referente, ha sido la rebeldía, que ha fluctuado a su vez entre dos polos ideales: el repliegue de la cultura andina sobre sí misma rechazando a “Occidente”; o la apropiación de los instrumentos de dominación de los vencedores. Ambas variantes pueden rastrearse hasta el mismo siglo XVI. El movimiento del Taki Unquy a inicios del S. XVII, sería un ejemplo de repliegue, en el altiplano las continuas luchas entre pequeños grupos de poder que iban creciendo cada vez más (como es el caso de los hermanos Salcedo), siempre en relación a su poder pecuniario, éste no fue un intento de regionalización económica, menos el de un movimiento separatista sino por el contrario fue una lucha entre dos bandos de mineros que pugnaban por el control de las minas (pretensiones que se truncan con la intervención del Virrey Conde de Lemos). También la rebelión de Juan Santos Atahualpa a mediados del S. XVIII. Pero, en actitud contraria, recordemos que ya Manco II montaba a caballo (¿los camiones de entonces?) y buscaba españoles que le enseñaran el uso de las armas de fuego. Túpac Amaru II se acercaría más a este segundo polo; Túpac Katari al primero. Lo que nos interesa destacar, sin embargo, es que en el S. XX predomina la segunda forma de rebeldía: aquella que busca apropiarse de los instrumentos de poder de los dominantes y, entre ellos, de uno clave, la educación. Arrancarles a los mistis el monopolio de sus conocimientos es el equivalente del gesto de Prometeo arrebatándole el fuego a los dioses (lo que se había constituido en un período posterior).

Si nos preguntáramos: ¿Quién llegó antes al altiplano? (y qué importancia tiene dicho acontecimiento). Recordemos que en este período un imperio naciente se estaba consolidando, que este proceso fue truncado y que jamás existió una conciencia de unificación y mucho menos un sentido de unidad espiritual, menos territorial (¿Cómo entonces no desarrollar una cultura escindida?), es natural que a nuestros días nuestro país esté dividido en polos y en gigantescos abismos de racionalidad, nuestra nación no es una nación sin futuro, ni siquiera es una nación (sin considerar el concepto jurídico que esto pueda encerrar), es un conglomerado de naciones dividida entre sí por intereses de transnacionales, es también un laboratorio de la escuela del mundo al revés. A la interrogante del inicio René Calsín responderá difiriendo con el resto de historiadores sobre la fecha en que los españoles arriban a esta región:

“El Gobernador Francisco Pizarro, en los primeros días del mes de diciembre de 1533, envió del Cusco a dos españoles, a Diego de Agüero y Pedro Martín de Moguer, para que exploren el Altiplano.“Mandó el Gobernador dos cristianos... los que partieron a principios de Diciembre... tardaron cuarenta días en su viaje”. “Pues hecho este repartimiento y fundación del Cuzco... ya sauido alguna rrelación de la provincia del Collao por dos españoles que auia enviado a él, a un Diego de Agüero y a otro Pedro Martín de Moguer” (Cita recogida por René Calsín Anco). A esto habría que confrontar los datos presentados por el Dr. José Tamayo Herrera, quien en su libro “Historia Social E Indigenismo En El Altiplano” manifiesta lo siguiente: “el primer misionero que llegó al Collao fue fray Tomás de San Martín en 1534, a la provincia de Chucuito (…).

Cabe hacer mención a que el Dr. Tamayo Herrera se refiere también a lo consignados Tanto por Calsín Anco y por Juan José Vega.

Después, las incursiones hispanas al Altiplano se caracterizaron por ser violentas y asoladoras. Así, la expedición de Almagro arrasó varios pueblos, cuando transitó por el Altiplano en su travesía a Chile. El cronista Pedro Pizarro (quien de niño habría sido el paje del Marqués fue obligado por el virrey Toledo a escribir lo que de la invasión recordaba), rememoraba: “ Almagro... el día que de el Cuzco salió, se quemó la mitad dél, y asi fue con su partida todo el Collao, porque esta senté que llevaba de Guatimala y de don Pedro de Aluarado yban rrobando y destruyendo por donde pasauan”. Los pueblos del camino de Urcosuyo, fueron los que más han sufrido las agresiones depredadoras de las hordas hispanas; este camino cruzaba los pueblos de Paucarcolla, Puno, Chucuito y Ácora” (“Historia de la Provincia de Puno”. René Calsín Anco. GRP-2004).

Entonces Almagro no fue quien descubrió el Qollasuyo, Sino que lo hicieron Diego de Agüero y Pedro Martín de Moguer, las fuentes de René Calsín Anco son confiables, la empleada aquí responde a Pedro Gutiérrez de Santa Clara (1544) probablemente uno de los primeros cronistas llegados a esta provincia: “Francisco de Carauajal... con toda su gente... llegó a un pueblo llamado Puño... otro día por la mañana se pusieron todos en camino para Chucuito”. En modo similar recurre a “La Visita Hecha a La Provincia De Chucuito” de Garci Diez de San Miguel, otro documento importante de 1567. En la cita recogida de Gutiérrez de Santa Clara por Calsín Anco aparece el origen o la primera denominación del pueblo de Puno (“Puño en la cita”).

Otra innovación al respecto es la visita hecha por Pizarro en persona a la provincia del qollasuyo “En los años de invasión hispana, por territorio del Kollasuyo, específicamente por los pueblos de Puno y Chucuito, transitaron numerosos conquistadores, caso de Diego de Almagro y de Francisco Pizarro. Almagro pasó en 1535, cuando dirigía la conquista de Chile; y Pizarro, lo hizo en 1539, cuando se propuso conocer sus dominios, para tal propósito se dirigió del Cusco a las Charcas. Ambos transitaron por la principal vía del Altiplano, el camino de Urcosuyo” (Calsín Anco, ob. Cit.).

Otros documentos nos mencionan la presencia de los jesuitas en el mundo Lupaca, Xavier Albó (Introducción a “Vocabulario de la Lengua Aymara” de Ludovico Bertonio, CERES-IFEA-MUSEF, Cochabamba-1988) es en la actualidad uno de los que más ha trabajado al respecto:

“una de las principales resoluciones de la congregación provincial de 1576, que sentó las bases de la presencia de la orden en el mundo andino fue la aceptación de las cuatro doctrinas de Juli en el corazón de la nación Lupaza. Los jesuitas llegaron ahí en noviembre del mismo año. Anteriormente los Lupazas habían sido evangelizados principalmente por los dominicos, dentro del estilo más convencional de doctrinas muy ligadas al poder colonial. Pero los recién llegados, inspirados en gran medida por Joseph de Acosta, entonces providencial, hicieron planteamientos innovadores entre los que sobresalía prohibir que “español ninguno ni soltero ni casado viva en el pueblo de Juli, porque son la polilla de los indios (cita recogida por Albó de una crónica anónima de 1600- ed. Mateos 1944). Al ser Juli un pueblo de paso obligado en la ruta de Lima y Cusco hacia la Paz, Charcas y Potosí; la medida no puedo implementarse con el rigor que tuvo años más tarde en las célebres misiones-reducciones jesuíticas en los llanos. Pero se estaban ya sentando los antecedentes de una sociedad cristiano indígena con cierta autonomía frente a los poderes coloniales.

La influencia de los padres era sobre todo intensa en la esfera religiosa, con largas sesiones diarias de doctrina, e incluía un fuerte poder real en la vida ordinaria de la población. Pero por otra parte el modelo permitió una conservación de las sociedades previamente establecidas, quizás mayor que en otras regiones andinas sujetas al poder directo de corregidores y encomenderos, e incluso muchísimo más que en las misiones jesuíticas de los llanos orientales, donde se reducían diversas naciones dispersas a nuevos poblados centrales de organización y costumbres notablemente distinta (…).

Tamayo Herrera refiere a que el Titicaca; “no se llamaba así, sino Chuquiabo – Chuquiapu o laguna de Chucuito y Puno, como pequeño centro poblado ya existía en 1543, porque en las Ordenanzas de tambos de Vaca de Castro aparece ya Puno Como Tambo, sobre el camino del azogue y de la plata, en una fecha tan remota” (Tamayo Herrera Ob. Cit).

Una vez que los españoles asumieron el control del Collao, los principales pueblos inkas de esta jurisdicción (excepto la Gobernación de Chucuito), se convirtieron en repartimientos y se entregaron en encomienda a los conquistadores. Así, sucedió con Atuncolla, Paucarcolla, Capachica, Puno, Vilque y Mañazo, etc.

“El repartimiento de Puno se entregó primero a Alonso Mazuelas. Este encomendero fue sucedido por el Capitán Martín Dolmos y, después, resultó como encomendero de Puno Alonso García Ramo”, sobre este respecto los datos presentados por Tamayo Herrera nos refieren a Martín Dolmos, conjuntamente con el de Chupa. Además Dolmos quedó registrado por Garci Diez de San Miguel : “los indios de Puno encomendados en Martín Dolmos vecino del Cuzco”.En la Visita hecha a la provincia de Chucuito por Garci Diez de San Miguel en el año de 1567 (…) El repartimiento de Puno, en los albores de la colonia, dependía de la ciudad del Cusco y, después, de la Audiencia de Charcas. Por un documento anterior a 1565, se conoce que “Puno e Ichu”, junto a los repartimientos de Moho, Huancané, Capachica y Paucarcolla, pertenecía a la Audiencia de Charcas” (Calsín Anco. Ob. Cit.).


El curato de Puno, en el primer tramo de la colonia, contaba con una viceparroquia, con la de Ichu; y en el segundo tramo, con dos viceparroquias, con Ichu y con Chiaraque”. (Calsín Anco. Ob. Cit.) Según la información presentada aquí por Calsín Anco no existe ninguna investigación anterior a la suya en la que se haya hecho referencia a la hasta entonces viceparroquia de Chiaraque (este es un hallazgo importante y con la intención de aportar a este hallazgo presentamos aquí un documento encontrado en el Archivo Histórico de Puno, en el fondo Corregimiento/sección Cabildos/ 1668):

“Nos el Dn Dn Gregorio Francisco de Campos por gracia de Dios y de la santa cede apostólica, obispo de la ciudad y obispado de nuestra señora de la paz (…) ante el requerimiento de la vice parroquia de Chiaraque perteneciente hasta aquí a la doctrina de la purísima concepción y San Carlos de la Villa de Puno, en la provincia de Paucarcolla, con acuerdo y aprobación del Sr. Vicepatrono del distrito. Es nombrado Dn Miguel Antonio de Arze presbítero para dicha parroquia de Chiaraque y (…) para que lo haga en lengua aymara”

Frente a este documento cabe la necesidad de profundizar sobre este aspecto, tal parece que la hasta entonces vice parroquia de Chiaraque era la segunda más importante de la provincia de Paucarcolla y a partir de este momento sufre un conversión a Parroquia, y obviamente su categoría es elevada.

“En los albores de la colonia, inclusive hasta los años de los sucesos de Laikakota, el pueblo de San Juan Bautista de Puno gozaba de cierta prestancia en el consenso de los pueblos del Altiplano; sin embargo, la mayoría de quienes se ocuparon de su historia han minimizado su importancia, con las calificaciones de: “lugarejo de San Juan Bautista de Puno” (Guillermo Lohman Villena); “ayllu” (Vladimiro Bermejo); “refugio” (José Tamayo Herrera); “aldehuela Indígena” (Enrique Cuentas Ormachea); “caserío” (Rubén Vargas Ugarte, Lohman, Tamayo y Cuentas); “pascana” o “tambo” (Alberto Parodi Isolabella y Tamayo); “villorrio” (Alejandro Cano y Bermejo); y “aldea” (Emilio Romero, Alfonso Torres Luna, A. Bandelier, Bermejo y Cuentas); entre otras alusiones. Entretanto, el maestro José Antonio Encinas lo refería indistintamente como “aldea” o “pueblo”; Ignacio Frisancho Pineda como “pascana”, “aldea” o “pueblo”; y solo Jorge Basadre como “pueblo”. Sin embargo, en crónicas y en numerosos documentos coloniales Puno quedó registrado como pueblo. Así, lo consignaron el Lic. Vaca de Castro (1543), Pedro Gutiérrez de Santa Clara (1544), Garcí Diez de San Miguel (1567) y Antonio Vásquez de Espinoza (1630), entre otros. Es más, su importancia como pueblo queda demostrado en la Tasa de la visita general de Francisco Toledo; según esa tasa de 1573, el corregimiento de Paucarcolla comprendía a siete departamentos. Estos repartimientos, por el número de pobladores que tributaban, se ordenaban así: 1º Capachica, con 5360 tributarios; 2º Puno, con 4705; 3º Paucarcolla, con 4586; 4ª Huancané, con 3394; 5ª Moho (con Conima), con 2768; 6ª Coata, con 1506; y 7º Vilque (Vilquechico), con 1262”. (Calsín Anco, Ob. Cit.)

De manera que el pueblo de San Juan Bautista de Puno, en el primer tramo de la colonia, gozaba de cierta preeminencia en el Altiplano.

“En el primer tramo de la colonia, comprendido desde la invasión hispana hasta el desenlace de los Sucesos de Laikakota, sobre el pueblo inka llamado Puño por los cronistas, se erigió el pueblo de San Juan Bautista de Puno”.(Calsín Anco hace referencia al respecto a Gutiérrez de Santa Clara).

Respecto a la fundación de Puno, es un tema esclarecido en múltiples coloquios organizados por el Archivo Histórico del Gobierno Regional, los documentos hallados por René Calsín son una clara muestra de que la fundación se dio, que el Virrey Conde de Lemos firmó el documento mencionado, que hizo sembrar de sal a los asientos mineros de San Luis de Alba, Laykakota y que condujo a toda la gente que habitaba en él al pueblo de San Juan de Puno un 09 de setiembre de 1668. Considerando que los pueblos crean sus mitos para explicar su origen sus habitantes se crearon una fecha (la del 04 de noviembre) que en nada coincide con la historia, ya que el 04 de noviembre de 1668 el Virrey se encontraba en la ciudad del Cusco siendo imposible que se hallara en Puno ya que en los documentos encontrados en el Archivo del Cusco el Virrey se encontraba ya en tal ciudad a fines del mes de setiembre. Por otra parte los documentos encontrados en el Archivo de Puno (sobre la repartición de solares) y la petición de un solar por parte de Miguel de la Torre (primer maestro de la Villa de la Concepción y San Carlos- documentos cuyos hallazgos compartimos con René Calsín) nos refieren a este acontecimiento y narran la manera cómo se efectúo el traslado y la fundación (no ampliaré sobre este respecto debido a que René Calsín se ha especializado en estos períodos y además que ya cuenta con un trabajo sólido sobre el mismo y que ha sido financiado por el Gobierno Regional de Puno).

Durante la rebelión de Túpac Amaru II Puno abasteció a los ejércitos de éste, sus consecuencias fueron desastrosas, tanto así que probablemente no se haya podido recuperar hasta hoy:
“El propio José Gabriel al llegar a lampa el 9 de diciembre de 1780, saqueó la casa del corregidor y quemó la cárcel. Los indios de Ilave y Acora al marchar sobre Punoincendiaron totalmente la ciudad de Chucuito, la que ha permanecido en ruinas y olvidada desde entonces. (…) Las 11 haciendas de los Choquehuanca en Azángaro fueron asaltadas, saqueadas y todo su ganado desapareció en 1781, quedando sólo las ruinas de los caseríos y los cascos inhabitados carentes de toda vida. Por segunda vez azángaro sufrió un desastre en 1782, Diego Cristóbal Túpac Amaru hizo operaciones en esa ciudad por un lapso de varios meses (…)” (Tamayo Herrera, Ob. Cit.).

He logrado recabar documentos importantes sobre este período, tengo en mi poder cartas de Tupac Amau II dirigidas a Chuquiwanca (El Abuelo), en dichas cartas el revolucionario le pide ayuda y socorro para que Chuquiwanca apoye la sublevación; sin embargo éste nunca presta ayuda y organiza pequeños ejércitos de resistencia e inicia una lucha contra los tupacamaristas (a pesar de que Tupac Amaru le reconoce como primo suyo y por ello como parte de la descendencia de la nobleza incaica). Y es que estas reacciones de lucha interna se han dado siempre en nuestra historia, la lucha de la individualidad se inicia con el conflicto del no reconocimiento de un espíritu colectivo, menos de una identidad comunitaria, hemos sido desde la colonia seres individualistas. Desde entonces, las poblaciones conquistadas fluctuaron entre la resignación y la rebeldía. Se trata, por cierto, de dos polos ideales, que en la realidad se presentan sumamente matizados o incluso entremezclados contradictoriamente. El concepto “adaptación-en-resistencia”, da cuenta de buena parte de esas situaciones intermedias. La impunidad de los mistis resultó así legitimada a nivel metafísico. Son los engreídos de Dios y el dominio de la lectura les permite un dominio arbitrario: “pueden hacer lo que les da la gana”. Como se sabe, en el Perú la situación colonial no quedó cancelada con la Independencia.

En los inicios de la república no existen mayores alteraciones en la vida política de esta provincia; no hasta 1825, fecha en la que Bolivar visita Puno y en ella crea un colegio, en 1830 se sientan en Puno los cimientos para un ciclo de larga duración denominado por Flores Galindo: “el ciclo lanero” o “ciclo del comercio lanero”y se consolidan las pequeñas aristocracias locales que distan de los conceptos de élites (ya sólo existían pequeños grupos de poder, que centraban su poder sobre los campesinos y en la posesión de tierras). Las huellas que habían dejado el coloniaje no se habían borrado, menos ahora que seguimos siendo un grupo de naciones post-coloniales (cuando decimos que el Perú es un país pluricultural y multiétnico, nos falta decir que no somos una nación sino muchas), El término “postcolonial, sería, por lo tanto, más preciso si se articulara como “teoría de los post-primer/tercer mundos”, o como “critica post-anticolonial” como un movimiento que va más allá de las relaciones relativamente binarias, fijas y estables que diseñan (mapean) las relaciones de poder entre “colonizador/colonizado” y “centro/periferia”. Tales rearticulaciones sugieren un discurso más matizado, que permita el movimiento, la movilidad y la fluidez. Aquí, el prefijo “post” haría sentido menos como lo que viene “después” y más como lo que sigue, lo que va más allá y se distancia críticamente de un cierto movimiento Intelectual –la crítica tercer mundista anticolonial- más que superar cierto punto histórico –el colonialismo- pues aquí el “neocolonialismo” sería una manera menos pasiva de referirse a la situación de los países neocolonizados y una modalidad políticamente más activa de compromiso.
A pesar de todas las ambigüedades del término analizado por Shohat, la cita subraya un aspecto crucial de las prácticas teóricas contemporáneas identificadas como postcoloniales, aunque el término excede su propia descripción. Argumentaré a favor de la razón postcolonial entendida como un grupo diverso de prácticas teóricas que se manifiestan a raíz de las herencias coloniales, en el cruce de la historia moderna europea con las historias contramodernas coloniales. No iré tan lejos como para proponer lo postcolonial como un nuevo paradigma, sino como para tomarlo como parte de uno aún más grande. Me gustaría Insistir en el hecho de que el “post” en “postcolonial” es notablemente diferente de los otros post de la crítica cultural contemporánea. Iré aún más allá al sugerir que cuando se compara con la razón postmoderna, nos encontramos con dos maneras fundamentales para criticar la modernidad: una, la postcolonial, desde las historias y herencias coloniales; la otra, la postmoderna, desde los límites de la narrativa hegemónica de la historia occidental.

Este denominativo de “ciclo lanero ya corresponde a la historia” en palabras del Dr. Tamayo Herrera pertenece ya a la verdad histórica, aquí el principal foco de desarrollo de desarrolla en torna a las lanas.

En un sentido distinto y más restringido, el ciclo lanero como tal y como lo afirma Tamayo Herrera: “correspondería sólo a un período menor, el de la elevación de precios de la lana y de las fibras, y al de la expansión de la hacienda y a la penetración arquipeña en el altiplano puneño, entre 1875 y 1932, en que la gran crisis mundial termina con el período de prosperidad que tuvo su cima en la I Guerra Mundial”.

La construcción del ferrocarril de Arequipa a Puno se inició el 29 de enero de 1870, la primera piedra fue colocada por el obispo arequipeño Benedicto Torres. El contrato de construcción fue adjudicado a Enrique Meiggs y el ingeniero que la construyo fue J.L. Thorndike. La construcción fue terminada rápidamente, pese a las dificultades que presentaba al tramontar la cordillera Occidental. Y el 1° de enero de 1874, el primer tren hizo su triunfal entrada en Puno, así se inició el fin de la célebre feria de Vilque.

La intención de este trabajo no es brindar una historia completa de la provincia de Puno, otros son los investigadores que habrán de hacerla, sino más bien brindar un panorama para ubicar a las escuelas en ella dadas.

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