Bolivar, quien tuvo la fortuna de tener como maestros a Don Andrés Bello y a Don Simón Rodríguez (Robinson), valoró a quienes escogen como profesión la docencia al considerar que ellos “se consagran al objeto más noble que puede tener un hombre: enseñar a sus semejantes” (Indalecio Róvalo Aguirre), que frente a la educación popular habría manifestado que ella sirve para romper la fragmentación social; obviamente esto no ha ocurrido, ni está próximo a ocurrir, ya que los gobiernos que ingresan al poder no poseen una política de estructuración, sino más bien políticas que se encargan de crear abismos entre tipos sociales que acrecientan diferencias en la médula de la sociedad.
Las oposiciones en la personalidad de Bolivar son muy contradictorias, el sanguinario que ordenó se fusilaran a 17 de sus oficiales por no cumplir sus ordenes (como lo señala José Luis Busaniché en “Bolivar visto por sus contemporáneos”) se opone al Bolivar preocupado por la educación del pueblo, se opone a la imagen de Simón Rodríguez proyectado en el semblante de Bolivar y la capacidad que tuvo Rodríguez para impregnar en su discípulo ese espíritu por las altas aspiraciones de la humanidad; algo que hoy no podría darse ya que el nivel de preparación del profesorado peruano es el más.
Pese a provenir de una de las familias más acaudaladas de la Capitanía de Venezuela, asumió una actitud contraria a la de los demás próceres, su sensibilidad social y su contacto permanente con el pueblo lo llevan a identificarse con las aspiraciones de las masas más empobrecidas de la América Hispana, es por eso que su proyecto de liberación no sólo incluye la exclusión del poder político español, concibió un proyecto integracionista cuya divisa era la unidad, la libertad y la gloria, quizá por su visión del peligro que representaba los Estados Unidos: “Los Estados Unidos parecen destinados por la providencia a plagar a las América de miseria en nombre de la libertad” y para él la única forma de integrar era mediante la educación.
La personalidad de Bolivar fue ganada por la de Rodríguez que influyó de sobremanera en las nociones educativas de su pupilo (Simón Bolivar).
“Muerto don Juan Vicente Bolivar, cuando el libertador sólo contaba con tres años, la madre, doña Concepción Palacios, le nombró como tutor a don Miguel José Sanz, ilustre jurisconsulto que no pudo contener el alma inquieta y turbulenta del niño. Veinte meses de enseñanza hicieron fracasar al pedagogo improvisado. Entonces por iniciativa de la madre se llamó a Rodríguez. El maestro y discípulo solían ir al campo, jugaban y estudiaban juntos. Cruzaban los ríos, escalaban montañas, cabalgaban. Así aprendió la Botánica, la Zoología y la Geografía, en las fuentes directas de la naturaleza. Así fortaleció su cuerpo y templó su espíritu contemplando y observando la grandeza del Universo.
A la muerte de doña Concepción Palacios, el nuevo maestro se consagró con ahínco a la educación de su hijo intelectual. Por eso es don Simón Rodríguez, el maestro indiscutible del libertador. Tuvo Bolivar otros maestros; pero la formación de la personalidad es obra exclusiva de Rodríguez (…). Después de varios años, ya consolidada la libertad del Perú y de América, Simón Rodríguez recorre el sur del Perú junto a Bolivar creando escuelas en Cuzco, Arequipa, y Puno” (Simón Rodríguez, “el maestro del libertador”. Jorge Lizarbe, en el nuevo educador N°02, año II – Lima, enero- marzote 1946. Vol I.).
En abril de 1825 Simón Rodríguez pisa tierra peruana para unirse a Bolivar. Para entender la relación entre discípulo y maestro es necesario leer la misiva que Bolivar le envió a Rodríguez justo antes de que éste llegue al Perú:
“Vmd., Maestro mío, cuánto debe haberme contemplado de cerca, aunque colocado a tan remota distancia! Con qué avidez habrá seguido Vmd. Mismo! Vmd. Formó mi corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso. Yo he seguido el sendero que Vd. Me señaló. Vmd. Fue mi piloto aunque sentado sobre una de las playas de Europa. No puede Vd. Figurarse cuán hondamente se han grabado en mi corazón las lecciones que Vd. Me ha dado; no he podido jamás borrar siquiera una coma de las grandes sentencias que Vd. Me ha regalado. Siempre presentes a mis ojos intelectuales, las he seguido como guías infalibles. En fin, Vd. Ha visto mi conducta; Vmd. Ha visto mis pensamientos escritos, mi alma pintada en el papel, y Vmd. No habrá dejado de decirse: “Todo esto es mío. Yo sembré esta planta, yo la regué, yo la enderecé tierna. Ahora robusta, fuerte y fructífera, he aquí sus frutos; ellos son míos, yo voy a saborearlos en el jardín que planté; voy a gozar a la sombra de sus brazos amigos, porque mi derecho es imprescriptible, privativo a todo (sic)”. (CARTA DE BOLIVAR A SIMÓN RODRÍGUEZ Gaspar Pío del Corro “Rodríguez y Bolivar/ Un Proyecto Educativo Inconcluso” en SILABARIO, ensayos culturales año VII N°7 agosto del 2004)
Una vez en Lima Rodríguez recibe el nombramiento de Director e Inspector General de Instrucción Pública y Beneficencia. Con el flamante nombramiento establece “casas de educación” para niños de ambos sexos en Arequipa, Cusco, Puno, Turubamba, etc.
En Chuquisaca, Bolivia, estableció la escuela modelo que empezó a funcionar el 01 de enero de 1826. En la ciudad del altiplano esta escuela debía funcionar con un plan de estudios que desarrolló en menos de 04 meses, visitó casa por casa a las familias que tenían hijos y logró reunir a 200 alumnos; empero según sus informes estos pupilos de acuerdo a sus ideales pedagógicos resultaron prematuros, su fracaso como lo menciona Rodríguez se debe a su temperamento impulsivo e irresistible, a su manera de ser. Pronto abandonó Bolivia cayendo en la miseria material.
En setiembre de 1828 arribó a Arequipa, en ella vive un corto lapso, luego se dirige a la concepción, Chile, allí fundó una escuela, entregándose a sus labores cotidianas para hacer frente a la miseria económica que lo acosa. Más tarde, cumpliendo su sino desventurado, de ambular insatisfecho, llega a Valparaíso donde regentó una escuela (en estas correrías lo acompaña Manuelita Saenz, según datos proporcionados por Víctor Salazar).
“En 1828 (en Arequipa) publica sus escritos “Las Sociedades Americanas” y “La defensa del Libertador”. A su regreso de Chile al Perú vuelve nuevamente a Arequipa con la intención de Publicar sus escritos; pero por razones económicas no lo consigue, en lima (en 1943) logra sacar a luz un pequeño opúsculo intitulado “Críticas de las provincias de gobierno”.
Al no encontrar apoyo y sin tener la posibilidad de editar sus demás escritos levanta su carpa de nómada para continuar viaje hacia el Ecuador. Tras larga y dolorosa peregrinación llega a Latacunga alojándose en casa del párroco Fray Rafael María Vásquez, Director del colegio de Latacunga. El bondadoso religioso lo nombra profesor de botánica del Colegio; en 1846, abandona Latacunga y arriba a Quito, de donde pasó a Nueva Granada, estableciéndose en Túquerres, donde regentó una escuela primaria. En 1850 regresa al Ecuador, estableciéndose en Quito; de esta ciudad, en su afán de volver al Perú traspone las fronteras y llega a Piura para luego encaminar sus pasos hacia el Sur del Perú, dirigiéndose a Puno, Huancané y Moho. Vivió en las comarcas indígenas de Pusi, Taraco, Coata y por último fijó su residencia en Azángaro. Aquí la pobreza y el olvido lo sumieron y tuvo que dedicarse a fabricar velas para poder subsistir. Después de medio año de permanencia en Azángaro él y los suyos se retiraron con dirección a Piura hasta llegar al pueblecito de San Nicolás de Amotape (Piura). Aquí, ni la pobreza ni la ancianidad le impidieron dar luz e lustración a los niños, creo una escuelita.
El 28 de febrero de 1858, Rodríguez dejó de existir en el completo olvido después de la muerte de Bolivar”.(Simón Rodríguez, “El maestro trajinante”, Víctor Salazar, Lima - 1957).
Como consta en la partida de defunción publicada por sus biógrafos se inscribió el 01 de marzo (partida en que se indica que la defunción ocurrió el 28 de febrero).
El 22 de diciembre de 1924 los restos del olvidado maestro fueron trasladados de Amotape al Panteón de los próceres de Lima y el 28 de febrero de 1954 (en el centenario de su muerte) sus cenizas fueron trasladadas a Caracas.
La vida de Rodríguez ha estado marcada de indiferencia y de un odio repulsivo que las sociedades bárbaras muestran a las personas con sensibilidad social, Puno le debe a Rodríguez todas las escuelas formadas durante el período en que Bolivar tuvo el poder en el Perú (escuelas formadas en todos los pueblos importantes de ese momento: Puno, Vilque, Chucuito, Juli, Yunguyo, Azángaro, Lampa, etc,), instauró también las preceptorías de primeras letras en los lugares en los que se podían reunir a 200 alumnos (como constan en los documentos de la época). Una de esas deudas es el colegio de Ciencias y Artes.
Un trabajo incesante y que merece una seria reflexión es la de Gaspar Pió del Corro, para él Rodríguez basa sus ideas educativas en la “originariedad de lo americano”:
“que deviene de la originalidad. Rodríguez ha mirado hacía los orígenes a través de los aborígenes, y desde allí se proyecta hacía modelos culturales que han de ser propios y no importados; de donde deduce los medios consecuentemente originales, para fundar las instituciones sociales, económicas, políticas y educativas del porvenir. De ese proceso causal habían de surgir los organismos rectores, esto es, los gobiernos.
(…) El pensamiento de Rodríguez, como el de Bolivar, deriva en el necesario carácter autógeno de la revolución americana. Y esto es, según un orden causal, el de la causalidad socio-histórica, por virtud del cual primeramente han de conocerse las circunstancias propias de América, después sus necesidades de estos tiempos, en tal sentido, para crear repúblicas nuevas era necesario gente nueva, como nuevo había sido el concepto del hombre americano libre, y eso sólo se podía lograr a través de una educación y esta debía ser una educación regional, a la vez que artesanal, una verdadera escuela activa.
Tales escuelas debían estar orientadas directamente a un destino laboral cierto e inmediato, hacía fábricas de enseres y utensilios y materiales indispensables para la vida práctica: fábricas de lozas y de vidrios, maestranzas de albañilería, carpintería, herrería, producción agraria… obviamente en el marco formativo de la historia natural, la física, la química; y todo aprendido en la interacción cotidiana del castellano con el Quichua, esta lengua condenada a morir por nuestras academias”.
Dentro del concepto de “revolución” que manejaba Bolivar se incluía una connotación cultural, es decir la revolución debía de ser cultural, debía quebrarse la racionlidad colonial y esto conllevaba a la inclusión de la mujer en el casi inexistente sistema educativo (y la revolución Bolivariana tendría un eje esencialmente educativo), la libertad del indio, del negro, y del llamado “Cholo” debía basarse en una libertad cultural, debía establecer verdaderos espacios dialógicos y sin ninguna consideración a centros y a periferies poblacionales, esta era la visión que tenía Simón Rodríguez, por eso Bolivar le designó como Director e Inspector general de Instrucción Pública (y al que habría de incorporar más tarde la cartera de hacienda); sin embargo pudieron más los pequeños grupos de poder y las pequeñas élites regionales (que representaban al “despotismo ilustrado”) que desestabilizaron la transferencia de poder a una clase dirigencial que obedecía a los interese de los llamados pueblos oprimidos.
CIENCIAS Y ARTES
Este es el período en el que se da la “creación” del Colegio de Ciencias Y Artes por parte del libertador Simón Bolivar, mediante decreto del 07 de agosto de 1825; a pesar de lo vertido por el Dr. Santiago Giraldo en su “Opúsculo: Colegio Nacional San Carlos de Puno”, en el que manifiesta que tal decreto no existe; y del espacio que el Dr. Samuel Frisancho le dedica en su libro “Historia del glorioso Colegio Nacional San Carlos de Puno”; sin embargo a esta fecha el decreto de creación ha sido hallado por Luis Hernán Urviola Montesinos en el Archivo histórico de Puno, y del mismo modo hemos logrado el hallazgo del documento publicado en el “El Sol del Cuzco”, Sábado 27 de Agosto de 1825.- 6. (Documento que obra en nuestro poder) de tal modo que la existencia de dicho decreto no puede ponerse en tela de juicio.
No existe documento alguno en el que se haya trabajado sobre la fecha de inicio de este colegio, nuestro hallazgo en el Archivo Histórico nos conduce a citar el documento que: “el día 11 de febrero de 1826, se nombra al preceptor del aula de latinidad para que así dicho colegio en lo posterior se instaure, siendo el catedrático de la misma el Dr. Teólogo Mariano Andia, y que se le pague por fondos de aquella en la tesorería pública (…)” (del libro tomas de Razón 1826-1827; fondo municipalidades, Archivo Histórico, archivo regional de Puno).
Otra reflexión aparte es el documento en el que se menciona que Simón Bolivar ratifica la decisión de Simón Rodríguez (el maestro de Bolivar), quien en ese momento como director general de instrucción (cargo que Bolivar le había otorgado) proyectó la instalación de un Colegio en Puno. Así mismo se encuentran los nombramientos de preceptores de primeras letras de las distintas provincias y centros poblados de esa época (paucarcolla, Juliaca, Azángaro, Ilave, Yunguyo, etc.), la creación de la primera escuela para niñas en 1840 (el actual colegio “Santa Rosa”), su ratificación en 1870; la creación de la escuela del Dr, José María Miranda (en el que había estudiado José Antonio Encinas, son datos que faltan investigar o por lo menos ahondar hasta este momento).
Lo cierto es que el Colegio de Ciencias y Artes (colegio “San Carlos”) posee el decreto de creación y nos permitimos transcribirlo en forma literal:
DECRETO DE CREACIÓN DEL COLEGIO DE CIENCIAS Y ARTES DE PUNO (*)
Simón Bolívar LIBERTADOR de Colombia y del Perú. &c.&c.&c.
CONSIDERANDO:
1° que no hay en todo el departamento de Puno un solo establecimiento de educación pública:
2° que nada es tan importante como la instrucción de la juventud:
DECRETO:
1° se formará en la capital de Puno un colegio de ciencias y artes.
2° entretanto se arregla por soberano congreso el plan general de estudios, se sujetará este establecimiento a un reglamento provisional, que comprenda su administración económica y el método que deba observarse en la enseñanza.
3° el prefecto del departamento propondrá al gobierno el Rector y Catedráticos para el colegio.
4° las rentas de este colejio serán:
1° los diezmos de las provincias de Chucuito, y Huancané de este departamento, y que antes pertenecían al Obispo de la Paz.
2° el producto de la hacienda de los ex - jesuitas denominada Sibicani.
3° mil pesos sobre las haciendas que tiene en este departamento, el convento de Santa Teresa del Cuzco.
4° la hacienda de Buena Vista de los padres de la Buena Muerte.
5° el producto de la venta de la mina de Salcedo.
6° las haciendas de comunidad que actualmente se hallan usurpadas por algunos particulares, y cuyos derechos se están esclareciendo.
5° la casa antes destinada al tesoro público, servirá de local para el colejio de ciencias y artes de Puno.
6° se establecerá una escuela de niñas en la casa de de la plaza – perteneciente al estado, cuyos gastos saldrán del colejio de ciencias y artes.
7° en todas las parroquias del departamento de Puno se establecerán escuelas de primeras letras, costeadas por el vecindario.
8° el prefecto del departamento cuidará con el mayor celo la vigilancia del cumplimiento de este decreto.
9° el secretario jeneral interino queda encargado de su ejecución.
Imprimase, publíquese y circúlese.
Dado en Puno á 7 de agosto de 1825 – 6° y 4° - Simón Bolivar = Por Orden de S. E. = Felipa Santiago XXX (no legible).
Simón Bolívar LIBERTADOR de Colombia y del Perú. &c.&c.&c.
CONSIDERANDO:
1° que en el departamento de Puno no hay hospitales.
2° que por falta de este establecimiento perecen los indígenas en la miseria, y en el abandono más lamentable.
DECRETO:
1° se establecerán cuatro hospitales en el departamento de Puno uno en la capital, otro en Lampa, otro en Azángaro, y otro en Juli.
2° el hospicio de San Juan de Dios de esta capital se aumentará y mejorará para dicho establecimiento.
3° el hospital empezado por el cura de Azángaro, D.D. (XXX no legible), se concluirá, y servirá para aquél lugar.
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