José Luis Velásquez Garambel
En los últimos años, Puno, no sólo como ciudad sino como región, es un espacio en el que se viene dando un crecimiento desmesurado de instituciones privadas, en algunos casos con cierta preocupación por la infraestructura pero con una selección desesperante en sus docentes. Y en otros casos una pésima infraestructura pero con recursos humanos que se esmeran en entregarlo todo.
Pierre Bordieu, un eminente sociólogo, que además se dedicó a desarrollar sesudos trabajos en torno a la educación manifestaba que la educación privada estaba dirigida a crear una especie de elite, una educación que se diferenciaba de la brindada por el estado, con mejores docentes, con mayores comodidades, con mejores contenidos, con una ideología compartida y direccionada a lograr una violencia simbólica mediante la acción pedagógica que se practique en dichas instituciones, para lograr imponer una arbitrariedad cultural, que debía ser portadora de “calidad” o de un discurso superior al de los que se socializan en los centros estatales.
Nadie puede negar, que el acceso a este derecho (el de la educación) ha caído en manos de verdaderos mercaderes, que en realidad lo único que hacen es lucrar, explotar y por si fuera poco no cumplir con las expectativas de los padres de familia ni de sus trabajadores.
Al hablar con un egresado de la carrera de educación (a la sazón ex-alumno mío), oigo un testimonio desolador, que con los días voy ratificando con otras conversaciones con más ex-alumnos que se hallan trabajando en algunas instituciones. El panorama que me grafican es realmente triste. La mayor parte de las instituciones privadas no firman contratos con sus trabajadores, en muchos casos no cumplen con el pago de sus haberes a pesar de exigirles a los padres de familia pagos puntuales. No cuentan con proyectos institucionales, ni qué decir con los requerimientos infraestructurales mínimos para su funcionamiento, así sus directivos se ufanan de “vacas sagradas” que juegan con las expectativas de su personal docente.
Obviamente, la única preocupación de sus directivos es lograr ingresos económicos y para ello recurren a todo tipo de lobbis y publicidad engañosa, que atrapan a padres incautos que desean lo mejor para sus hijos y en tremenda búsqueda lo único que encuentran son reverendas estafas. Así, pomposamente, tenemos instituciones con logros académicos rimbombantes sólo en la publicidad, pero en la realidad nada de nada, también existen instituciones católicas que usan la propaganda de “educación en valores” como propaganda y ni el nombre les otorga esa calidad moral que tanto predican, para ello sólo es necesario observar el comportamiento de sus estudiantes. Sin embargo hasta el sólo nombre, en algunos casos, es un atentado contra la cultura regional, puesto que representan una clara enajenación de identidad, a tal punto que sus propios directivos no saben lo que significa o representa.
Pero no sólo son las instituciones privadas, en la otra esquina tenemos a las instituciones estatales ¿Qué podemos esperar de las mismas? Que deberían responder a necesidades urgentes, populares y de verdadero compromiso con el desarrollo de la sociedad. Su imagen está cada vez más deteriorada, ya que estas instituciones se han convertido en reducto de personas que llegaron al magisterio por una rifa que el gobierno aprista realizó en su primer gobierno. De lo contrario sólo hace falta que nos fijemos que en los concursos de argumentación, redacción y demás que continuamente organiza la DREP desde hace un buen tiempo ninguna de estas instituciones de la ciudad de Puno ha logrado un galardón reconocible y hasta un papel digno. Rol opuesto al trabajo desarrollado por las instituciones de provincias, a quienes hay que reconocerles el esfuerzo. (Para observar el asunto este ver la edición de este domingo).
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