La falta de políticas culturales y de capitales culturales en los gobernantes.
José Luis Velásquez Garambel
“No quiero que mi casa quede totalmente rodeada de murallas ni que mis ventanas sean tapeadas. Quiero que la cultura de todos los países sople sobre mi casa tan libremente como sea posible. Pero no acepto ser derribado por ninguna ráfaga”. Mahatma Gandhi Extraído del Informe “Nuestra Diversidad Creativa”, UNESCO, 2005
En un debate sobre desarrollo de comunidades campesinas, no hace mucho, salía a luz una interrogante: ¿qué es primero, el desarrollo o la cultura? Obviamente Hoy en día a nadie se le ocurriría dudar que el “saber” procura cambios en la tecnología, en las comodidades que ella nos provee y de la economía que nos requiere. Sin embargo todas estas bondades del saber, son negadas a las comunidades periféricas, campesinas, urbano marginales. Los conocimientos que nuestras universidades o nuestros institutos superiores desarrollan no tienen efectos culturales de magnitud; y menos el gobierno, a través de sus instancias correspondientes, ha construido y propuesto políticas culturales para facilitar estas transformaciones y potenciaciones de las poblaciones a las que llamaremos “periféricas” o “en estado de marginación”.
Casi todas las instituciones que desarrollan su quehacer en el marco de determinadas funciones “culturales” han considerado que con el término de política cultural se refieren sólo a la planificación de manifestaciones artísticas, gestión de museos, de curación y exposición de arte plástico, de promoción de fiestas populares, de eventos literarios, etc., todo bajo el auspicio de afiches; así el encargado de una dependencia “X” cree que por el sólo hecho de pagar un afiche se apoya a la cultura de un modo decidido. Por lo que han postergado el inevitable vínculo existente entre “cultura y desarrollo social”. Es decir se tiene una visión realmente superficial, de la apariencia y desde la ceguera.
Todos los gobiernos centrales y locales no desarrollan proyectos de inversión pública para aspectos culturales intangibles (aquellos que no tengan que ver con obras de concreto). Claro, se debe a que en una obra de cemento y fierro la inversión es mayor y por tal motivo durante la ejecución y la liquidación los remantes irán a parar directamente a manos del administrador, el residente de obra o del responsable ejecutivo, procesos en los que es más fácil entrar en contubernio con el proveedor, el almacenero y hasta el maestro de obra; desarrollándose toda una cadena de corrupción. Visto de ese modo el tema cultural no es rentable ya que no habrán insumos materiales con los cuales se puedan hurtar y comercializar directamente.
Así se prefiere invertir en parques, edificios y demás so pretexto de lograr una base material que nos permita desarrollarnos en un marco de servicios básicos, postergando siempre el posible desarrollo de un capital cultural que nos incline a contribuir al logro de un desarrollo humano, con bases en la igualdad social y cultural, con respeto a la condición humana y sobre todo con capacidad de reflexión y crítica social. Los diversos grupos de poder han empleado todos los recursos y las instituciones públicas para mantener a “los ciudadanos” en un estado de anorexia reflexiva, en ciudadanos desconectados de lo real. Sólo para citar, el sector educación, ha servido siempre para “colonizar” ideologías y lograr un modelo hegemónico sobre intereses sociales, un modelo único de ciudadanos y con insumos para provocar conflictos sociales.
De ese modo a ningún gobierno le ha convenido desarrollar una política cultural y menos hacerlo de un modo adecuado, y mucho menos atacar el tema de desarrollo desde esta perspectiva buscar solución a los diversos conflictos que nacen en el seno del pueblo. “La preparación para afrontarlos no va a obtenerse visitando museos, participando en grandes acontecimientos lúdicos, acudiendo a espectáculos de danza, a conciertos o a representaciones teatrales. Por este motivo, la política cultural, además de continuar ocupándose de los temas usuales de siempre, deberá abrirse hacia otros ámbitos de la cultura, entendiendo la cultura de una manera más amplia que incluye todas sus vertientes antropológicas, institucionales y sociológicas”.
Y en ese marco se deben considerar centros ejes:
La capacidad de adaptación de la gente, su equilibrio emocional frente a la incertidumbre, la ambigüedad y la indeterminación individual y social que pueda desarrollarse con un adecuado impulso derivado de una política cultural concertada,
La manera de funcionar de las organizaciones, en donde se deben cambiar hábitos, actitudes, visiones y algunos principios culturales para que se hagan más flexibles y más abiertas a lo nuevo y a la visión sobre el “desarrollo”, así como a las críticas que nazcan a todo sistema de imposición cultural,
En esta encrucijada, debemos:
En primer lugar, aumentar nuestro esfuerzo en el campo de la política cultural (menos tiempo y recursos para las infraestructuras físicas y más tiempo y recursos para el desarrollo de recursos intangibles),
Identificar cuales son, con exactitud, los nuevos ámbitos que han de ser objeto de la política cultural (los recursos intangibles que sean especialmente útiles para hacer frente a los cambios)
Ante lo anterior, es necesario reclamar a nuestras autoridades desarrollen espacios para la propuesta de políticas culturales, y ejecuten las mismas. Y cabe la reflexión “moderada” de que si Puno no se desarrolla es precisamente porque al parecer sus políticos no poseen un adecuado “capital cultural” (en alusión a P. Bordieu); no creo que los puneños debamos ser gobernados por la ignorancia.
José Luis Velásquez Garambel
“No quiero que mi casa quede totalmente rodeada de murallas ni que mis ventanas sean tapeadas. Quiero que la cultura de todos los países sople sobre mi casa tan libremente como sea posible. Pero no acepto ser derribado por ninguna ráfaga”. Mahatma Gandhi Extraído del Informe “Nuestra Diversidad Creativa”, UNESCO, 2005
En un debate sobre desarrollo de comunidades campesinas, no hace mucho, salía a luz una interrogante: ¿qué es primero, el desarrollo o la cultura? Obviamente Hoy en día a nadie se le ocurriría dudar que el “saber” procura cambios en la tecnología, en las comodidades que ella nos provee y de la economía que nos requiere. Sin embargo todas estas bondades del saber, son negadas a las comunidades periféricas, campesinas, urbano marginales. Los conocimientos que nuestras universidades o nuestros institutos superiores desarrollan no tienen efectos culturales de magnitud; y menos el gobierno, a través de sus instancias correspondientes, ha construido y propuesto políticas culturales para facilitar estas transformaciones y potenciaciones de las poblaciones a las que llamaremos “periféricas” o “en estado de marginación”.
Casi todas las instituciones que desarrollan su quehacer en el marco de determinadas funciones “culturales” han considerado que con el término de política cultural se refieren sólo a la planificación de manifestaciones artísticas, gestión de museos, de curación y exposición de arte plástico, de promoción de fiestas populares, de eventos literarios, etc., todo bajo el auspicio de afiches; así el encargado de una dependencia “X” cree que por el sólo hecho de pagar un afiche se apoya a la cultura de un modo decidido. Por lo que han postergado el inevitable vínculo existente entre “cultura y desarrollo social”. Es decir se tiene una visión realmente superficial, de la apariencia y desde la ceguera.
Todos los gobiernos centrales y locales no desarrollan proyectos de inversión pública para aspectos culturales intangibles (aquellos que no tengan que ver con obras de concreto). Claro, se debe a que en una obra de cemento y fierro la inversión es mayor y por tal motivo durante la ejecución y la liquidación los remantes irán a parar directamente a manos del administrador, el residente de obra o del responsable ejecutivo, procesos en los que es más fácil entrar en contubernio con el proveedor, el almacenero y hasta el maestro de obra; desarrollándose toda una cadena de corrupción. Visto de ese modo el tema cultural no es rentable ya que no habrán insumos materiales con los cuales se puedan hurtar y comercializar directamente.
Así se prefiere invertir en parques, edificios y demás so pretexto de lograr una base material que nos permita desarrollarnos en un marco de servicios básicos, postergando siempre el posible desarrollo de un capital cultural que nos incline a contribuir al logro de un desarrollo humano, con bases en la igualdad social y cultural, con respeto a la condición humana y sobre todo con capacidad de reflexión y crítica social. Los diversos grupos de poder han empleado todos los recursos y las instituciones públicas para mantener a “los ciudadanos” en un estado de anorexia reflexiva, en ciudadanos desconectados de lo real. Sólo para citar, el sector educación, ha servido siempre para “colonizar” ideologías y lograr un modelo hegemónico sobre intereses sociales, un modelo único de ciudadanos y con insumos para provocar conflictos sociales.
De ese modo a ningún gobierno le ha convenido desarrollar una política cultural y menos hacerlo de un modo adecuado, y mucho menos atacar el tema de desarrollo desde esta perspectiva buscar solución a los diversos conflictos que nacen en el seno del pueblo. “La preparación para afrontarlos no va a obtenerse visitando museos, participando en grandes acontecimientos lúdicos, acudiendo a espectáculos de danza, a conciertos o a representaciones teatrales. Por este motivo, la política cultural, además de continuar ocupándose de los temas usuales de siempre, deberá abrirse hacia otros ámbitos de la cultura, entendiendo la cultura de una manera más amplia que incluye todas sus vertientes antropológicas, institucionales y sociológicas”.
Y en ese marco se deben considerar centros ejes:
La capacidad de adaptación de la gente, su equilibrio emocional frente a la incertidumbre, la ambigüedad y la indeterminación individual y social que pueda desarrollarse con un adecuado impulso derivado de una política cultural concertada,
La manera de funcionar de las organizaciones, en donde se deben cambiar hábitos, actitudes, visiones y algunos principios culturales para que se hagan más flexibles y más abiertas a lo nuevo y a la visión sobre el “desarrollo”, así como a las críticas que nazcan a todo sistema de imposición cultural,
En esta encrucijada, debemos:
En primer lugar, aumentar nuestro esfuerzo en el campo de la política cultural (menos tiempo y recursos para las infraestructuras físicas y más tiempo y recursos para el desarrollo de recursos intangibles),
Identificar cuales son, con exactitud, los nuevos ámbitos que han de ser objeto de la política cultural (los recursos intangibles que sean especialmente útiles para hacer frente a los cambios)
Ante lo anterior, es necesario reclamar a nuestras autoridades desarrollen espacios para la propuesta de políticas culturales, y ejecuten las mismas. Y cabe la reflexión “moderada” de que si Puno no se desarrolla es precisamente porque al parecer sus políticos no poseen un adecuado “capital cultural” (en alusión a P. Bordieu); no creo que los puneños debamos ser gobernados por la ignorancia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario