miércoles, 16 de septiembre de 2009

El rol del arte y de la cultura: Una perorata más que espera no ser leída

(fotografía cortesía de H. H. Valencia: Hermanas Lescano, luciendo trajes bellísimos de la Danza "La Morenada" durante la festividad de la Santísima Virgen de la Candelaria en Puno)

José Luis Velásquez Garambel

“No voy a dejar de hablarle sólo porque no me esté escuchando. Me gusta escucharme a mí mismo. Es uno de mis mayores placeres. A menudo mantengo largas conversaciones conmigo mismo, y soy tan inteligente que a veces no entiendo ni una palabra de lo que digo”.

“A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante”. (Oscar Wilde)



No creo que exista un arte sin compromiso, por el contrario toda manifestación artística posee no sólo una carga ideológica fuerte, una intención sagrada, la de “acercarnos a lo humano”, a lo que una cultura considera como ideal o arquetipo en sus valores, en sus formas de transmisión. Y todo ello a través de códigos estéticamente susceptibles y aceptados por todos los grupos culturales del mundo.

En una sociedad como la nuestra, en donde todas las diferencias campean y hacen escarnio en el espíritu de la gente, es fácil ser presa de los medios publicitarios y de la prensa que vende gracias al escándalo, al crimen y a la muerte. Parece que todo aquello que nos provocaba estupor y rechazo con los años se ha venido haciendo y aceptando como lo “normal”. Por ejemplo si antes alguien se levantaba la falda era señal de indecencia, peor si hurtaba o cometía cualquier falta o delito a fin de cuentas, la sociedad rechazaba y castigaba tales comportamientos; en cambio hoy esto se ha hecho y se viene aceptando como lo normal; tanto así que, si alguien roba y golpea a su semejante delante nuestro nosotros nos hacemos los ciegos y los mudos.

Nos hemos convertido, del modo más hipócrita, en cómplices pasivos de todas estas degeneraciones comportamentales y de actitudes visibles. Frente a ello, un sector demasiado herido empieza a eclosionar sus descontentos en actos como los de Ilave o el último suceso en el que el hijo de un fiscal fue cruelmente asesinado. Los medios de comunicación nos han ido predisponiendo para que aceptemos estos comportamientos como “normales”. Mediáticamente estos medios, diariamente, nos presentan comportamientos y actos negativos como si fueran verdaderamente atractivos y dignos de emular. Así el ladrón pasa como vivo, el corrupto como verdadero sujeto digno de admiración, el asesino como el que lo puede todo y frente al que nadie puede, el “ya no ya”. Por lo menos esa es la apreciación que desarrolla un niño o un adolescente.

Y desde una organización gubernamental nadie hace, ni ha hecho absolutamente nada para cambiar esto. A nadie le importa, todos están distraídos en obras de concreto y de fierros, en ser parte de licitaciones, proyectos de desarrollo de ciudades y no de ciudadanos; se hallan preocupados en desarrollar políticas de crecimiento de edificios de cemento y ladrillo; pero nadie piensa en el edificio espiritual, en los valores y en las formas de acercarse al otro y extenderle la mano desde una percepción verdaderamente humana. Sumidos en una profunda ceguera del corazón y del espíritu nos peleamos por tierras, bienes e intereses y mientras tanto crece la indiferencia, el robo, el asesinato, la corrupción, el tráfico de influencias y todo es “normal”, “bacán”, “chévere”.

Todos están preocupados en cómo ganar más dinero de cualquier modo, no importa si la forma es ilícita, y para ello se recurre a cualquier artilugio del engaño y la coima.

Si las artes, la literatura, la escuela y los medios de comunicación fueran debidamente tratados se constituirían en un arma fundamental para combatir todo esto; pero, la verdad es opaca y terriblemente adversa.

En el caso de los artistas, éstos han dejado de formarse y de desarrollar una sensibilidad social, su arte se constituye en una mera copia de estilos y de técnicas, sin propuestas personales y orientadas sólo a lograr compradores, sus obras poseen una orientación de mercado.

Sobre los escritores, mediante sus obras, lo único que buscan es el reconocimiento de la sociedad para luego pavonearse de intelectuales y sentir que su posición se halla por encima del resto. Ellos ya no constituyen esa clase que aportó a la reflexión sobre las necesidades de la sociedad y sobre todo no aportan al desarrollo real de la sociedad. Por demás está decir que tampoco el pueblo mantiene un contacto con ellos, ¡el pueblo ha dejado de leer! Y parece que esto aún no lo comprenden.

Sobre los maestros, los hay buenos y los hay malos; sin embargo la verdad_ desde mi punto de vista_ los malos opacan a los buenos. Estos han dejado de preparase y sólo buscan ganarse el pan, improvisando con lo que sea en las aulas, confunden contenidos, muestran sus prejuicios en sus centros de trabajo y los pobres paganos son siempre los estudiantes. El caso de un profesor de literatura es que el pobre no lee y desea que su alumno desarrolle capacidades de comprensión lectora, no sabe de las características del lenguaje literario y obliga a sus alumnos a leer Paulo Cohelo u otros libros de autoayuda que deberían ser leídos en un curso de Persona Familia y Relaciones Humanas; los pobres no diferencian el habla común del habla poética y creen que un texto periodístico posee las mismas características que un poema. Así la escuela sigue siendo un instrumento de hegemonización de intereses e ideologías.

Y qué se puede decir de los medios de comunicación, todo discurso se mediatiza, todo se compra y se vende…lastimosamente la tragedia, el robo, el asesinato y la corrupción se hacen normales y son insumos que se venden más que la cultura y el discurso positivo. La cultura de lo mediático aparece en portadas con la única intención de manipular conciencias, claro en estos gajes el chantaje y el trafico de poder están al acecho o fijémonos lo que ocurre con cierto diario que no es puneño, pero que mediatiza todo discurso.





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